Por Nicolás Jiménez - @LaRealDelSonido
Después del reciente espectáculo mediático con relación a la lesión de Radamel Falcao García y su subsiguiente boom en redes sociales me quedé pensando en qué demonios le pasa al pueblo colombiano, qué le pasa específicamente a la juventud colombiana, por qué reaccionar con dolor y tristeza, con grandes demostraciones de fe y con comentarios esperanzadores por una lesión de un jugador de fútbol mientras el país se hunde en problemas de todo tipo.
La primera respuesta y la más común sería que somos un pueblo manipulado por los medios de comunicación, vulnerable a la conmoción del momento y con una falta de interés creciente en cualquier tema político o social, algo muy parecido al público que asiste a un programa de concurso. Lo segundo fue pensar en el poder que tiene la idea de patriotismo en nuestros jóvenes, cómo ven representados a su país bajo un equipo de fútbol y un uniforme, además de ver a Falcao con la lógica del héroe, del mejor, del salvador, cosa muy común en un país de mayorías católicas y con un sistema de educación increíblemente bajo en calidad e inmensamente alta en su costo. Creo que la razón principal -y por eso el nombre de este artículo- es que este pueblo está más que confundido, confundido en un nivel que estoy tratando de comprender. ¿Por qué confundido?, ¿En dónde radica la confusión de los jóvenes colombianos? Para empezar y volviendo al punto 1 y 2 del anterior párrafo, este es un país preciado para el establecido, y cuando digo preciado es que no han escatimado gastos en hacerlo una verdadera mierda, en invertir dinero por montones para perpetuar un estado de falso confort, permeando la cultura, la política, los medios de comunicación y en general todos los aspectos de la vida diaria, ocultando del ojo común los problemas verdaderamente importantes para una sociedad a punta de shows de TV, deportes, noticias de moda, emisoras de música basura y el pésimo pero no tan obvio trato que le han dado al concepto de "libertad personal", así que es fácil que el joven promedio (Sea religioso, guste del fútbol, baile reggaeton como técnica de conquista, no se pierda el reallity del momento y/o desconozca profundamente su papel en el mundo) no se vea como parte de un todo, solo como un ser subjetivo que debe progresar y "salir adelante" pese a las adversidades, vicisitudes o inconvenientes de la vida; Dios lo cuidará y le ayudará, su equipo ganará el partido y la chica o chico que le gusta lo amará toda la vida como en una comedia romántica.
Además de todo, nos educan tan mal y al mismo tiempo tan bien, que logran hacernos perder a temprana edad el interés por temas importantes, como la política, la religión, la cultura o la economía, y con frases de cajón que se quedan en la psiquis del colectivo como "Uno no debe hablar de política o de religión", "Cada quien cree en lo que quiere", "Todos los políticos son iguales", "Hay que salir adelante, por usted y su familia" y otra sarta de creencias que no han sido evaluadas por la juventud sino que son asumidas como verdades que no incomodan, porque si se llega a una verdad que incomode a una porción de la mayoría, se entrará en conflicto, y como dicen por ahí, "No hay cambio sin caos". Nos educan tan bien que dejamos de ser peligrosos para lo que han establecido para nosotros, y ahí radica el éxito de los que quieren hacer del mundo un lugar peor.
El sistema educativo aburre a los jóvenes y los aleja del mundo real gracias a largas y mal explicadas clases de ciencias sociales, donde vale más tener el libro de curso que el conocimiento práctico, por ejemplo, de saber de dónde sale el dinero y cómo funciona nuestro sistema económico; hablan mucho de la responsabilidad de los padres, que en su mayoría están atados a un trabajo de mierda para pagar sus cuentas y volver a "salir adelante" como manda la regla. Los jóvenes del país son golpeados de nuevo al llegar a la mayoría de edad con la lógica del sálvese quien pueda, tal vez la mayor herramienta ideológica del establecido para separarnos y evitar que pensemos como colectivo, "Sé lo que quieras ser", "Tu verdad es tuya, debes respetar las demás verdades, por eso no existe la verdad absoluta", "Persevera y alcanzarás" y así hasta los casos más extremos de la mercadotecnia de la auto superación, la competencia laboral y académica y la falsa sensación de que se puede lograr todo lo que se quiere.
Irónico sistema es este, donde te dicen que ahorres, mientras te venden mil promociones por tv, donde te dicen que la mujer no es un objeto mientras las promocionan como mercancía en cada producto publicitario, donde nos dicen que luchemos por una oportunidad mientras se cierran todas las puertas. Así cumplen con el trabajo de forma silenciosa obteniendo jóvenes que quieren ser alguien en la vida pero que no cuentan con el conocimiento, el carácter o las bases para lograrlo; no es cuestión de inteligencia, no es que la juventud colombiana sea tonta o tenga un bajo coeficiente intelectual (Aunque el último estudio dice que el promedio del país es de 86), se trata de un asunto mucho más triste e indignante, nos educan para no pensar, para no evaluar, para no tener curiosidad, para evitar la discusión y el análisis, y creer que vivimos mientras seguimos sobreviviendo.
La estocada final para esta situación se debe a la era de la información en donde vivimos, las redes sociales aunque útiles, nos han convertido en actores cada vez más apartados de la realidad, la cantidad de información que vemos a diario en vez de acrecentar nuestro interés lo disminuye a la ínfima acción de dar un Like o hacer un Retweet; nuestra capacidad de sorprendernos con las cosas disminuye a tal punto que hemos asumido la cultura del shock para todo, así que volviendo al tema de Falcao -que es tan solo un ejemplo de cualquier boom mediático donde la juventud cae ingenua-, creo que nos sorprendería menos saber que todos nuestros mandatarios son de una malvada raza extraterrestre que el regreso triunfal del astro al mundial de Brasil.
El consejo final -y para concluir un poco- es que intentemos sacudirnos de la mierda que nos han enseñado, que pensemos en cuántas de las que creemos como verdades personales son ciertas y útiles para el mundo en el que vivimos, y nos bajemos del tren hacia la estupidez en la estación más cercana, seguramente nuestros cerebros nos lo agradecerán.
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