Por Miguel Corzo Fajardo - This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Dos buenos amigos, un colombiano y norteamericano, sentados sobre el tanque de agua en una terraza cualquiera, discutían temas habituales y compartían un ritual sagrado. Uno de ellos, el tercermundista, levantando sus gafas lentamente con el índice izquierdo, mirando fijamente la punta encendida del ‘quenque’ que acababa de ‘pegar’ y, tras una satisfactoria tosecilla, dijo al gringo:
– En tiempos de globalización y sepelio de la memoria colectiva, la idiosincrasia histórica de la humanidad ha perdido valor al igual que libertades (sin juzgar a nadie). Así, es como resulta incomprensible que existan leyes y castigos que intentan controlar lo que un individuo le da a su propio cuerpo.
– ¡Jajajaja! Shit… Y ¿Por qué no intentan controlar con el mismo rigor legal el consumo de alcohol y de cigarrillo? Es más, y con todo respeto, pero ¿por qué no castigan, ponen presos o denominan como enfermos a los obesos (siendo un problema de salud pública en mi país) o a los pobres en Colombia (por ser tantos)…? Y si de adicciones se tratara, ¿qué hace el sistema para controlar la producción y el consumo de publicidad desmedida e irresponsable en la Internet? Se está creando seres autómatas adictos a lo virtual, los perfectos consumidores de bienes y productos legales del siglo XXI.
– Sí, la prohibición es absurda, además, porque al penalizar el cultivo, uso y tenencia de hierba, la sociedad está negando su propia naturaleza e historia... ¿Sabía usted, por ejemplo, que a la marihuana se le ha dado usos medicinales e industriales históricamente? En China, se usaba hace miles de años para el tratamiento de la malaria y el reumatismo; de allí saltó a Europa, donde se produciría lona, ropa, papel, medicinas, aceites y demás productos de uso cotidiano derivados; y así llegó a América, porque las colonias británicas eran consideradas aptas para el cultivo de la hierba... En la historia de ustedes, los gringos, la marihuana fue fundamental: Tanto, que el borrador de la declaración de independencia se escribió en papel de cannabis… ¡O, no!
– ¡Jajajaja…! Yes, I know… ¡George Washington y Thomas Jefferson la cultivaban en sus granjas, era como una moneda! Eso sin mencionar que en los años 30 el THC influyó en músicos de jazz como Cab Calloway, quienes lo usaban con fines relajantes y de alteración de la conciencia. Sin embargo, luego de ser legal, de manera misteriosa se inició una guerra contra su consumo, y por ende, contra su cultivo, lo que llevó a la quiebra de la industria del cáñamo como producto mercantil; esa lucha incluía estrategias publicitarias de desprestigio y miedo, induciendo, incluso a Hollywood, a producir varias películas como “Reefer Madness” (1936), en que se tergiversaron y estigmatizaron los efectos de la sustancia en el comportamiento de sus consumidores.
– No sólo eso, entre los 40 y los 50, durante el apogeo del comunismo en Asia, públicamente en Norteamérica se asoció de forma absurda esta corriente política con la marihuana, difundiendo la idea de que su consumo inducía pensamientos marxistas y leninistas. Así, es como en 1961, se firmó el Tratado Internacional de Narcóticos, promovido por estados unidos para prohibir la hierba en 160 países del mundo, es decir, EEUU exportó al mundo las leyes anti-marihuana, negando de manera radical y silenciosa, el papel tan importante que cumplió en su historia.
– Pero inmediatamente, durante esa misma década, los hippies y, millones de jóvenes consumidores, fueron la excusa para hablar de un fenómeno masivo que se gestó en las trincheras, campos y pequeños poblados de Vietnam, donde no existían leyes ni control para el uso de la marihuana, es decir, que en medio de la sangrienta guerra, Asia estaba exportando un estilo de vida a Norteamérica y, sus soldaditos, regresaban con un nuevo hábito: ‘paz, amor y marihuana’... Pero eso no duró mucho tiempo, el presidente Nixon, en 1971, comenzó una nueva lucha contra las drogas, en que los consumidores (incluyendo los de marihuana), eran tratados y sometidos como criminales, como enfermos aberrados que debían ser castigados y suprimidos de la sociedad (además, por ser los más activos protestantes y opositores políticos); allí nace la DEA. Pero luego de que Nixon dejase el poder, el consumo volvió a incrementarse por un corto tiempo, cuando Nancy Reagan, con una campaña moralista y manipuladora en los medios, acaparó la atención de niños y jóvenes quienes crecieron durante los 80 con una fijación: “decir que no”.
– Entonces, finalmente, el cambio de mentalidad de toda una generación y la represión de la DEA, llevaron a una disminución y satanización del consumo de marihuana, asociándolo también al uso de verdaderas drogas, las químicas, que nada tienen que ver con la hierba. Así es como nace el verdadero crimen, el narcotráfico, porque donde hay consumidores, hay mercado, y por ende, surgen los monopolios ilegales.
– ¡Obvious! De alguna manera se repite la historia colonial; Latinoamérica y los países más sumisos, como este, sirven de escenario para mantener esos monopolios, donde se puede camuflar un negocio transnacional de producción y exportación, bajo la cara amable de la democracia y la cooperación internacional contra las drogas; como se ha hecho desde la década de los 90 con el llamado ‘Plan Colombia’, que resultó ser una inversión inerte, porque el negocio, sigue vivo, ¡más vivo que nunca!
– ¡Uyyy, gringo, no se dé garra! ¿Cómo dice eeeso?
– Perdón, no tengo nada contra del cultivo, tenencia o consumo de marihuana, ¡You know!, pero es muy extraño que ocurran cosas en las narices de la gente, y que la gente ni se inmute: ¿es que nadie se cuestiona…? por ejemplo: ¿Por qué, a pocas cuadras del centro ejecutivo, legislativo y judicial del país, opera el expendio de drogas más grande de la capital colombiana…? o ¿por qué, sólo existen quince países que han reducido o abolido la penalización ante la mirada tendenciosa del sistema norteamericano, el creador de la penalización mundial?
Con un tono más aletargado y tímido, tras una larga pausa, el colombiano replica:
– Simple: porque luego de penalizar, un poder desconocido ganó el monopolio y debe conservarlo a cualquier precio; la mayoría de países es cómplice y a la vez se permite a otros pocos servir de islas; es un placebo. Pero, y usted qué dice, gringo marica, si el 30% de la población norteamericana vive en zonas donde no está penalizada la marihuana, como en el Triángulo Esmeralda, al norte de San Francisco… o mejor, le recuerdo, ¿por qué usted se radicó en Colombia…? ¡Somos muchísimos quienes compartimos el mismo gusto…! por eso, no hablemos tanta mierda y, ahora pegue el suyo.
[VER CYPRESS HILL: VIVIR Y MORIR EN LOS ANGELES]