Juan Nativo: Música, Fusión y Evolución
Juan Nativo: Música, Fusión y Evolución
Por Miguel Angel Corzo Fajardo / [email protected]
Entre los incontables músicos colombianos que abandonan sus territorios natales construyendo sus proyectos en la capital, muchos claudican ante el inexorable desinterés de una metrópoli donde abundan la oferta y la imposición mediática. Sin embargo, hay unos pocos de ellos cuya perseverancia incuba propuestas innovadoras y transformadoras, que resultan de procesos de arraigo desde la lejanía; esos artistas son más valiosos que los surgidos del azar o la payola. Por eso, para Music Machine Magazine, estos protagonistas de la cultura son susceptibles de visibilización y engrandecimiento, porque lo merecen.
Así es Juan Henao, un paisa nacido en el municipio de Carepa en el Urabá antioqueño, donde se matiza, junto a la cultura cordobesa y chocoana, un territorio dolido por su pasado de violencia y narcotráfico, pero enriquecido de progreso por su gente. Él es un ejemplo de ese matiz, de la mezcla de influencias, quien junto a los músicos que lo acompañaron desde principios del siglo XXI, jamás fue estigmatizado en su entorno artístico nativo, porque era tan versátil que despertaba admiración: “Con la mente abierta desde aquella época, teniendo una banda de rock, compartíamos escenario junto a agrupaciones de bullerengue, de reggae y de pop. Considero que la música es una y no hay porqué radicalizarse”.
Y es que llevar el nombre de Sobredozis era fuerte, como su música, con la que estos músicos buscaron un espacio en Bogotá, dejando todo lo que conocían y sentían. Luís en la voz, los hermanos Villegas en la guitarra y el bajo, alinearon la banda en ese momento teniendo a Juan Nativo en la batería.
“En 2003 decidimos trasladarnos a la ciudad de Bogotá buscando más horizontes y nuevas oportunidades por el tipo de música que hacíamos; un hardcore mezclado con acentos latinos como la salsa y el son. Lo que hacíamos estaba fuera de contexto en nuestra ciudad y todo era limitado”, asegura Nativo con una nostalgia evocadora cargada de orgullo, pues no solo lograría abrirse un espacio en la escena del rock en aquella época, sino también reafirmar su esencia y hallar su futuro: “Cuando llegamos a Bogotá encontramos gente que manejaba nuestros mismos gustos e influencias. Nos dimos cuenta de que había una escena, bares, bandas, medios, proyectos; por eso nuestra percepción fue que sí estábamos dando el paso acertado, que sí íbamos en la dirección correcta”.
Sin embargo, su llegada a la implacable urbe capitalina tuvo más inconvenientes que facilidades, situación que no fue un obstáculo para que él y sus coterráneos siguieran adelante. “En un principio no teníamos donde quedarnos, por ejemplo, pero siempre hubo gente que nos tendió la mano; recuerdo que Cataldo Florentino, un amigo de un ensayadero llamado Música Libre, nos ofreció su espacio para alojarnos y ensayar… fue un man elegante. Con el tiempo logramos una estabilidad en la ciudad. En lo personal, fui mesero, barman, dj, roadie, stage manager, ingeniero de sonido aprendiz, hice de todo para salir adelante sin abandonar la música”. Sostiene Juan.
Gracias a las personas que acogieron a Sobredozis en Bogotá, la banda comenzó a obtener logros, a cumplir sus expectativas; se presentó incontables ocasiones en bares, festivales y eventos. Montaron una sala de ensayo que era frecuentada por diversos artistas, entre vallenateros, cristianos y rockeros, llamada Camina Records (por las largas caminatas en Urabá). Durante sus cuatro años de lucha en Bogotá, estos músicos obtuvieron experiencia y se vincularon a la escena bogotana: “Una muestra fue Proyecto Virus, gestado por Donny Rubiano (QEPD) donde convergieron muchas bandas como No Silence, Raíz, Etil Butano, Humo, Pr1mal y un montón más. De ese parche, cuando vimos tocar en Rock al Parque a De2 y Koyi-K-Utho, nos dimos cuenta que teníamos que estudiar más, que debíamos buscar un sonido propio. Esas experiencias nos ayudaron a madurar. Ahí nos dimos cuenta de que la música era nuestro destino y nuestro proyecto de vida. Así superamos las situaciones no gratas”.
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Tras disolverse Sobredozis por conflictos internos, Juan continuó su exploración, su construcción personal con distintos artistas que marcaron su camino como músico y productor: “Trabajamos con Pielmantra tres años, grabamos un EP, ‘Volúmen 1’, de siete canciones, experimentando sonidos colombianos con electro, rock y algo de pop. Después estuve como baterista en bandas de reggae, rock y hip-hop. Empecé a estudiar música tradicional influenciándome de otros géneros. Participé en los talleres del programa distrital Tejedores de Sociedad; allí aprendí percusión colombiana y latinoamericana, toqué Samba, participé en comparsas. Además me gané una beca para estudiar en la Sinfónica Juvenil de Colombia, donde conocí estudiantes y profesores muy talentosos con quienes creamos el grupo El Manzano, de latin jazz, montando estándares del Real Book. Luego, también armamos el grupo Metropolitan Reggae con Roni Rasbarule, paisano y amigo muy cercano que actualmente toca conmigo. Ahí supe que era posible tener un sonido propio”.
La experiencia y la formación de este carepense en Bogotá, dieron un giro evolutivo después de diez años de arribo. Con autenticidad, él quería volver a sus raíces. Entonces decidió emprender sus propios proyectos, sus ideas; y retornó a su pueblo natal para comenzar un trabajo de gestión cultural con artistas de música tradicional, particularmente con Bananeras de Urabá, un grupo de bullerengue que lleva más de cuarenta años representando la región. Al respecto, Juan Nativo señala: “Comencé esta labor de gestión con un amigo de la Universidad de Antioquia, a partir de la idea que me venía rondando hacía un tiempo, de aportar a la música en Urabá. Sabía que debía proyectar mi tierra. Grabé a esta agrupación un EP de cuatro canciones. Y en vista de esa riqueza que visualicé, nació URABÁ CONEXIÓN, y con ella, mi carrera como productor musical; monté mi estudio y seguí formándome. Actualmente, co produzco artistas urabeños, como Yesid El Perseverante, Mr Felix y ADN”.
URABÁ CONEXIÓN articula el aprendizaje de la esencia capitalina con las prácticas, costumbres y destrezas de la música tradicional de la costa norte colombiana; es positiva, constructiva y empoderada, como Juan Nativo, a quien no le da pena decir que Bogotá es un fundamento en su vida: “Sigo siendo artista en gran parte por esta ciudad y, porque donde nací, es lo que soy. A Bogotá le debo mucho, es muy raro dicho de un paisa, pero yo sí digo que es una chimba y que es la capital musical de Colombia, se mueven todo tipo de géneros y hay espacios para su promoción. Si no hubiera sido por Bogotá, yo seguramente tendría un negocio o trabajaría en una oficina. Esta ciudad me dio las bases para seguir el camino de la música”.
Conectar un país es lo que hace Juan Nativo desde su gestión cultural, desde su música; está escribiendo una parte de la historia y fortaleciendo los orígenes de su identidad, tras tomar riesgos fuera del círculo de confort y seguir sus sueños, que hoy siguen evolucionando, adaptándose como un organismo vivo que lucha por reproducir lo mejor de su material genético y creando nuevos lenguajes disruptivos, en un entorno feroz y cada vez más deshumanizado, polarizado. Se trata, según Juan Henao, de “Ubicar una propuesta en el mapa musical colombiano, y por qué no, en el mundo, investigando la música tradicional y transmitiendo un conocimiento a los artistas futuros para demostrar que es posible hacer música contemporánea con identidad cultural, desde las raíces”.
En homenaje a Sofía del Mar, la prioridad de Nativo, su hija.
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