Por: Luis Lievano (Keshava)* - www.facebook.com/keshava.lievano
En Colombia, los referentes más inmediatos del rap aparecen a comienzos de los ochenta, en las esquinas de barrios como Las Cruces, Kennedy o Ciudad Bolívar, en Bogotá, y en barriadas marginales como Aguablanca, en Cali, las comunas de Medellín y otros barrios populares de otras ciudades del país. El rap es ritmo y es protesta, es grito y sentimiento, gesto y movimiento, canto y cuento que va acompañado de otras expresiones afines como el breakdancey el grafiti, con su capacidad de afirmar un territorio o una identidad.
El Grafiti, cuyo desarrollo tiene más de 25 años, no está exclusivamente ligado al hip hop; hoy podemos hablar de tres tipos de grafiti: el textual-poético, otro proveniente de la estética del hip hop y los tags, y uno más reciente ligado al Street art o muralismo callejero. El grafiti textual y literario, si se quiere, está entroncado con las reivindicaciones de mayo del 68 y, en Colombia —y, me atrevo a asegurar, en Latinoamérica—, surge como un gran boom a mediados de los años ochenta en distintas capitales latinoaméricanas —siendo Bogotá una de las más importantes—.
Paredes de Buenos Aires o Quito, Ciudad de México y La Habana, Río de Janeiro o Caracas, Bogotá o Medellín amanecen y muchas veces permanecen vestidas con todo tipo de consignas políticas, poéticas, amorosas y siempre con mucho humor que reivindican la maravillosa capacidad significante de la palabra.
Rap contra la pared
El grafiti ligado al rap es una propuesta más plástica, colorida y alineada con la escuela del grafiti norteamericano; este es una suerte de arte mural que surge a fines de los setenta en Nueva York, como una forma de protestar, de romper esquemas establecidos y fronteras mentales. Jóvenes chicanos, negros, blancos y asiáticos inundaban todos los espacios públicos: los bloques donde vivían, las escuelas donde estudiaban y los trenes del metro que pintaban de arriba a abajo. Armados de aerosoles, salían a poner sus firmas o a dibujar grandes figuras multicolores, con una nueva estética: trazos gruesos, letras exageradas, que giraban y se contorneaban, casi ilegibles para la gente «común». Un código callejero y propio, un nuevo lenguaje, entendible solo desde el hip hop. [VER PUSSY RIOT: Diga lo que quiera, pero detrás de la línea amarilla]
Stencil y Streetart
Con el tiempo, esta propuesta ha ido madurando y hoy los grafiteros han inventado nuevas técnicas y formas de expresarse. Se pueden encontrar grafitis con formas muy abstractas, así como otros muy explícitos. A partir de la década de los noventa, estas dos corrientes del grafiti —literario y la estética hip hopera— propician, desde las facultades universitarias de arte y diseño, el surgimiento de una nueva generación de cultores del arte callejero; sirviéndose de nuevas técnicas gráficas, en particular del esténcil, generan una nueva corriente, que yo ubico más como muralismo callejero y que ha inundado las calles de las grandes ciudades.
En medio de estas tendencias sobrevive siempre la capacidad de decir y significar de la palabra contra la pared, del grafiti de texto que explora la posibilidad de jugar con las palabras y con sus sentidos diversos. Una palabra contestataria y marginal, que, con la complicidad de las paredes y la noche que la hospedan, dice a veces mucho más que la colorida composición plasmada a la luz del día en cualquier esquina.
Y QUIEN TENGA LA ÚLTIMA PALABRA QUE TIRE LA PRIMERA LETRA…
*Keshava Lievano, autor de esta nota, grafitero de la vieja escuela y comunicador, acaba de terminar un documental sobre 3 generaciones de Grafitti en Bogotá.