Por Nicolás Jiménez - @larealdelsonido
Seguramente recordarán el capítulo de Los Simpsons donde Homero descubre que tiene un crayón en el cerebro, y después de quitárselo se hace considerablemente más inteligente. Durante el episodio Homero se frustra al reconocer el mundo idiota que lo rodea convirtiéndose en un infeliz, cansado de su frustración, decide poner el crayón de nuevo en su cabeza no sin antes dejar una nota a su hija agradeciéndole la oportunidad de sentirse "inteligente".
Los Simpsons reflejan en este capítulo el drama de una minoría de personas que van un poco más adelante en un mundo que cada vez va más para atrás, y este fue el drama de George Carlin. Carlin fue un comediante gringo que en los años 70’s y 80’s se convirtió en un ícono de la contracultura global, un artista de la comedia negra, activista, ateo y revolucionario. Murió en 2008 de un ataque al corazón tal como alguna vez lo había pronosticado, famoso por su discurso de las siete palabras que no se pueden decir en televisión (coger, mierda, orín, coño , cabrón , hijo de puta y tetas), se dedicó a criticar las grandes instituciones sociales con su particular sentido del sarcasmo y su aguda visión de la cultura pop.
Pero Carlin no tenía el tipo de inteligencia que consideramos como bueno, no era el "pilo" de la clase, "el líder positivo" o el echado para adelante, muchos menos una Biblia de conocimientos académicos. Carlin tenía sentido común y un cerebro agudo que le permitió analizar críticamente la realidad y declararse un enemigo de la apatía, las tradiciones, la publicidad, la política bipartidista, la economía y la democracia; y ese tipo de inteligencia es la más valiosa para nuestros tiempos, la revolucionaria.
Carlin fue un genio incomprendido bajo la sombra de comediantes más cómodos, como Chevy Chase, Steve Martin, Adam Sandler y Jim Carrey. Su fama solo llegó hasta la esfera del underground y del activismo político; y acá en nuestro país su recuerdo es tan escaso como el agua en Yopal. Y es que la inteligencia incomoda, la inteligencia no está bien vista, la inteligencia es de mal gusto, la inteligencia tristemente en este sistema es más una debilidad que una fortaleza. En un sistema que alienta a los niños a ser estúpidos, violentos y competitivos, que induce por medio del entretenimiento a los adolescentes a convertirse en copias de modelos occidentales de "éxito" con una gran máscara materialista y el IQ de Forrest Gump, así al llegar a la edad adulta, la gente solo atina a hablar del clima, de su gato, de su rutina, van a ver por octava vez Transformers y tararean la última canción de Santiago Cruz. "Idiota útil" que alimenta al sistema, en eso nos han convertido, en piezas silenciosas de una maquinaria sangrienta donde la inteligencia es una amenaza. [VER ¿ES LA EVOLUCIÓN?]
De esta forma es común que la gente no entienda South Park y ría a carcajadas con Sutso el Paspi, que no sepamos nada de política o economía y que dejemos a la religión tradicional o a las nuevas tendencias espirituales guiar nuestro rumbo moral. Pensamos en masa, en rebaño, repetimos sin verificar y si llegamos a ver a alguien inteligente lo condenamos rápidamente bajo calificativos como "arrogante", "negativo", "aburrido" o "complicado"; cuando alguien es realmente inteligente, leerá rápidamente la realidad y seguramente la desigualdad, el sistema económico y los valores morales lo convertirán rápidamente en alguien apático, realista y en la mayoría de los casos "poco optimista", a eso la gente llama "negatividad", ellos lo llaman REALISMO, seguramente (tristemente pasa casi en todos) sus habilidades mentales golpearán su ego convirtiéndolo en alguien seguro con carácter fuerte y convencido de sus ideas y argumentos, a esto la gente le llama "arrogancia". Sus habilidades y conocimiento se entrelazarán en medio de sus conversaciones formulando certeros argumentos sobre diversos temas, desarrollando tesis, haciendo bromas combinado con su visión apática del mundo; la gente creerá que es "complicado" a los ojos comunes el hombre de nuestro ejemplo, George Carlin, fue un tipo que se hacia el chistoso, amargado, negativo, arrogante y bastante incómodo como para valorar su trabajo; mejor cambiar el canal.
Pero ¿Qué hacer con la inteligencia? ¿Qué hacer con la crítica, el análisis y el inconformismo? Conozco muchos casos de personas increíblemente buenas con su cerebro, lógicas, rápidas y con un sentido del humor increíble pero que tristemente perdieron la esperanza de cambiar el mundo y se han convertido en testigos silenciosos que de vez en cuando tiran un post contracultural, o aún peor, se mofan de la realidad con el morbo propio de la irreverencia vacía al mejor estilo Moure y de Francisco. Ya le han vendido el alma al diablo, ya se han asegurado un futuro y una seguridad económica usando sus habilidades en una agencia de publicidad o en la multinacional de turno. Y es peor saber lo que pasa y no hacer nada, es ser testigo de un crimen y no denunciarlo es casi tan imbécil que, calificando con crueldad la inteligencia de estas personas, sólo los hace notables para ellos mismos y su entorno porque finalmente han decidido ser una pieza más, un poco más interesante, pero al fin y al cabo una pieza.
Hay otros, a veces menos hábiles, menos talentosos, menos carismáticos pero infinitamente apasionados y dedicados. Y creo que esa es la receta secreta para la inteligencia: cocinarla con disciplina e interés, sin egoísmo, ponerla al servicio de otros y cultivar con ella ideales y principios que nos sirvan de herramienta para luchar por cambiar el mundo, no haciendo casas para pobres, ni asistiendo a las urnas cada cuatro años. El chiste está en nuestro cerebro y nuestra dedicación para hacer canciones, tomar fotografías, hacer caricaturas, estudiar química y sintetizar un nuevo medicamento, construir nuevas tecnologías abiertas y finalmente poner nuestras mentes al servicio de la humanidad.
En este tierrero tricolor aún hay muchos genios, los Alcolyricoz, Rodolfo Llinás y MATADOR son un ejemplo y mientras unos lloran por Galán y Gaitán deberíamos estar siguiendo el ejemplo de Carlin y Jaime Garzón.