Por Julián Felipe Gutiérrez - @jackmulligan
El nombre ‘Tesla’ por lo general suele conjurar imágenes y sonidos de la banda homónima y su canción ‘Love Song’ (Que seamos honestos, no es un tema particularmente bueno), cuando en realidad, debería ser asociado con Nikola Tesla, el prototipo del científico loco, uno de los inventores mas incomprendidos de nuestra era, y alguien que a través de sus acciones, nos plantea preguntas interesantes con respecto a nuestra relación con la tecnología.
Nacido a mediados del siglo 19 en lo que ahora es Croacia y en ese entonces era el imperio austriaco, Tesla era un políglota que hablaba 8 idiomas, podía memorizar y recitar libros sin dificultad, y sostenía que el celibato era la mejor manera para mantener su agudeza intelectual… Con dos metros de estatura y siendo un hombre bastante bien plantado, presiento que eso pudo haber sido algo relativamente difícil. Pero más allá de eso, Nikola Tesla modeló el mundo en el que vivimos actualmente: Su trabajo fue fundamental a la hora del desarrollo de la corriente alterna, probó que las hidroeléctricas eran una fuente plausible de energía, desarrolló los fundamentos teóricos del radar y la radiotransmisión (Llamada telegrafía inalámbrica en ese entonces), y a través de sus experimentos, encontró lo que conocemos como los rayos X antes que Wilhelm Röntgen, teniendo la suficiente prudencia para NO recomendar su uso en humanos al descubrir los efectos nocivos que tenía sobre su piel. Incluso, sobre los años 30, desarrolló las primeras armas de energía dirigida, algo con lo que hasta ahora está experimentando el ejército de EEUU, y en otro ejemplo de cómo estaba adelantado a su tiempo, logró descubrir la frecuencia resonante de la tierra, a través de la observación de la electricidad atmosférica, algo que solo sería redescubierto a mediados del siglo veinte.
Pero si hizo tanto, ¿por qué no oímos más sobre Tesla? La respuesta es, el capital. Sus descubrimientos y desarrollos con la corriente alterna llevaron a la famosa ‘Guerra de las corrientes’ con Thomas Alva Edison (Defensor de la corriente directa), una confrontación que llegó a extremos tan desagradables como que Edison electrocutara animales usando corriente alterna para ‘mostrar sus peligros’, ganando la pelea aun cuando la corriente directa requiere más inversión y es menos rentable… Para las ciudades, porque Edison ganó mucho dinero con ella.
Si bien fue en los primeros años del siglo XX que Tesla desarrolló los fundamentos del radar, bastante útil en la época que los submarinos alemanes estaban haciendo presa fácil de las naves norteamericanas, fue Edison quien impidió (Algunos dirían que torpedeó) su implementación, y aun sabiendo de sus efectos perjudiciales, Edison impulsó activamente el uso médico de los rayos X, usando a sus empleados como conejillos de indias, y siendo uno de ellos, Clarence Dally, la primera víctima mortal de la exposición a la radiación en los Estados Unidos. Mientras Edison pasa a la historia como uno de los grandes inventores de nuestra era, Tesla murió empobrecido y endeudado, habiendo vendido buena parte de sus patentes pero recibiendo pocas ganancias de las mismas o en otros casos, quedando perdidas entre toneladas de archivos, sin ser utilizadas.
Cuando se le mira con detalle, la historia de Nikola Tesla es la historia de la tecnología que puede beneficiar a la humanidad cooptada por los intereses comerciales, la tecnología puesta al servicio del beneficio financiero antes del beneficio de las personas, algo que vemos hoy en día con la obsolescencia planeada de dispositivos como el iPhone que Steve Jobs vendía como el logro más grande de la humanidad (Incluso, se podrían ver varios paralelos entre las actitudes de Jobs y Edison)… Es una historia que deja una pregunta en el aire fascinante de explorar y a la vez dolorosa, ¿Qué pasaría si el mundo tuviera más Teslas y menos Edisons?
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