NINA SIMONE, NETFLIX, Y EL PODER DE LA BLANCURA
Nina sabía. Sí que sabía. Ver el documental de Netflix «¿What Happened Miss Simone?» resulta doloroso por el lado que se lea. Sobre todo al identificar la manipulación al que sigue siendo sometida Nina Simone, su negrura, sus aflicciones, para comercializar un producto mediático.
Por José Tapias – @JHTRAP
De principio a fin aparecen las ya clásicas referencias que identifican este tipo de panfletos: un río de rostros blancos determinando el «destino» de una mujer negra. Desde la maestra que alimentó sus poderes introduciéndola a Bach, hasta sus «amistades» en los circuitos musicales y del espectáculo.
Nina Simone vivió una época en la que los negros de Estados Unidos cuestionaron a fondo qué significado tenía ser negro, huérfanos de saberes al venir de una historia esclavista que les arrebató sus nombres, comunidades, historias, maneras de amar. La esclavitud como secuestro masivo de su piel materna para rebajarlos a objetos abyectos, intercambiables y acumulables, cual combustible de un mundo blanco supremacista sostenido sobre esa violencia estructural. Capaz de clasificar a los habitantes de todo un planeta.
Hoy por hoy algunas personas negras saben que la lucha no es por los derechos civiles dado que la misma sociedad civil se posibilita siempre que sostenga un mundo anti-negrura. Dicho de otra forma: la sociedad civil no es más que el refinamiento del campo de algodón.
Siguiendo los estudios de la pensadora negra Saidiya Hartman y su excelente trabajo Scenes of Subjections, desde el momento que el cuerpo negro fue empacado en los barcos para ser vendido como mercancía el hombre blanco ya gozaba de su sufrimiento, no sólo en todo tipo de aberraciones sexuales sino también al obligarle a bailar en cubierta por aburrimiento, diversión, apuestas. Ya en tierra «Americana» la tarima de subastas (tarimas=espectáculo) funcionaba como entretenimiento para peatones blancos en la naciente sociedad civil.
El producto tenía que ser «maquillado» para ser «vendido». Familias enteras fueron humilladas y separadas en un largo lamento que comenzaba a ser insoportable para el hombre blanco, quien no dudó en usar el látigo para hacerles cantar y bailar, aminorando su propia culpa. Fue en ese complejo nexo de terror y regocijo (bajo los caprichos del «amo») que nació lo que conocemos por espectáculo. La violencia del espectáculo en un entramado de representaciones, performances, y lamentos convertidos en canción, devinieron alegrías indignas que hoy por hoy determinan quién es quién en el divertimento popular. Músicas como el Blues o el Jazz fueron inseparables a ese dolor, de allí que cuando el hombre blanco comercializa, co-opta, e interpreta esos ritmos, literalmente sigue encontrando placer en el dolor del negro.
«¿What Happened Miss Simone?» fue dirigido por una mujer blanca en el cual el dolor de una mujer negra es -una vez más- vuelto entretenimiento para la sociedad civil y no hace justicia a lo que verdaderamente Nina Simone representaba; sus luchas, dilemas, angustias. «¿Qué pasó señorita Simone?» pregunta el hombre blanco como si no lo supiera.
Si bien el documental muestra cómo cantar en contra de la supremacía blanca cierra puertas y elimina toda posibilidad de hacer «carrera» en el MUNDO de la música, lo hace de manera ambigua y disimulada, casi diciendo al espectador «mira, esto es lo que te puede pasar si te las vienes a dar de listo». En palabras de Nina:
«Se que cantar protesta puede ser duro, aquellos que no lo hacen son más felices. Pero yo no puedo dejar de ser lo que soy, Nina Simone»
Una mujer negra en un mundo anti-negrura
Siguen las imágenes, pareciendo proyectar el dolor de Nina como resultado de un esposo machista y sexista. Se da a entender que fue él quien la exprimió e hizo fortuna de su cuerpo, golpeándola tras los escenarios. Nada se habla de cómo ese hombre hace parte de una dinámica histórica de colonización; lo reducen al «villano» de la narrativa mientras caricaturizan a una Nina en «declive» al comprometerse con las luchas negras de su generación, plenamente conciente de que un sistema nacido en violencia sólo puede ser destruido con violencia. Incluso así lo hizo saber a Martin Luther King, Jr. antes de su asesinato («I am not non-violent»).
Tal compromiso la va describiendo como «errática», «incoherente», de «nervios rotos», «rabiosa», «incontrolable». Términos usados en su mayoría por su esposo blanqueado y sus «amigos» blancos de la industria musical (Al Shackman, Gerrit De bruin) quienes aparecen durante el último cuarto de documental como los típicos salvadores blancos «ayudándola» a liberarse de tales «desviaciones» para resucitar su carrera. Verdaderos mercaderes -dueños y señores- de la música negra (desde el Blues al Rap).
Quienes además la «sanan» patologizando su rabia (rabia justificada como la deberían sentir todos los negros y descendientes indígenas del planeta si conocieran su historia y la repercusión que ésta tiene en el presente) recetándole TRILAFON, una potente droga que actua sobre los químicos del cerebro. De nuevo el cuerpo negro como experimento y commodity.
NO dejan de ser cínicas las palabras de sus «amigos». Dice Al Shackman:
«Algo la estaba comiendo ¿qué te está comiendo Nina? Luego se volvió más fuerte (durante la lucha por los derechos civiles). No estaba con mi hermana, estaba con ‘esa’ y ‘esa’ podía llegar a ser amenazante (…) Era lidiar con eso (el TRILAFON) y perder sus habilidades en el piano, la voz, y recibir un irreversible deterioro de su mente-cuerpo, o enfrentarla dañandose a sí misma o a alguien más (…) Pero el TRILAFON realmente ayudó. Después de eso nos encontrábamos sentados en Holanda, de nuevo tomados de las manos sin hablar por horas, tan sólo disfrutando del día: volvió a ser mi hermana».
Dice Gerrit De Bruin:
«Se metió tan de lleno en esa mierda (¿la lucha por los derechos civiles? ¿el reconocimiento de una supremacía blanca/mundo anti-negrura?) que al final se dio cuenta que era MORIR o ceder. Y cedió puesto que le dijimos: Nina, te damos casa, carro, conciertos, músicos y lo que quieras, pero tienes que hacer lo que decimos (…) tienes que tomar las medicinas y trabajar. DIOS te ha habilitado para hacer lo que tienes que hacer ¡así que hazlo! Lo último que queríamos escuchar era ‘sí’ o ‘no’…ella dijo sí, con lágrimas en los ojos» (Mayúsculas mías).
Estas últimas palabras describen perfectamente la muerte social del negro, en esta ocasión en relación al mundo del espectáculo y el entretenimiento.
Para finalizar me gustaría llamar la atención acerca de dos elementos importantes. Uno es la audiencia. Siempre es gente blanca, privilegiada, la que asiste o queda registrada en los conciertos de los talentos negros. Esto lo he experimentado de primera mano en Londres y sitios como el Jazz Café o el Ronnie Scotts, donde he podido presenciar a músicos negros y «latinos» de excelente nivel…disfrutados por audiencias blanco supremacistas en una especie de zoológico humano 2015. Ellos son quienes «degustan» y encuentran placer en dichos espectáculos mientras la población negra o «latina» asea sus baños, sin tiempo para estudiar un instrumento. Escuchando lo más basura de la música rap contemporánea.
Lo segundo que merece mención es la participación de Lauryn Hill en la banda sonora del documental. Si alguién de nuestra época ha tenido que vivir similar muerte social en el mundo del entretenimiento por denunciar a la supremacía blanca, es ella, quien durante los últimos años ha sido silenciada, tildada de «loca», «racismo inverso», invisibilizada, encarcelada, etc. No deja de ser curioso que su regreso esté relacionado con esta mierda de documental, probablemente Netflix le ofreció un contrato para ceder o morir; un «sí» o un «no»…quizás cedió con lágrimas en los ojos.
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