Aplauso; ¿Por qué aplaudimos?
Aplauso; ¿Por qué aplaudimos?
Por Julián Gutiérrez @jackmulligan
En Grecia, uno mueve la cabeza de lado a lado para decir sí, y de arriba abajo para decir no. En el idioma alemán, la luna es un adjetivo masculino (Der Mond) y el sol es femenino (Die Sonne). Sin embargo, hay un gesto el cual, independientemente de donde uno esté, siempre tendrá el mismo significado: El aplauso.
Desde tiempos bíblicos, el aplauso es reconocido como el gesto para aclamar a alguien “Sacando luego Joiada al hijo del rey, le puso la corona y el testimonio, y le hicieron rey ungiéndole; y batiendo las manos dijeron: !!Viva el rey!” dice el versículo 12 del segundo libro de Reyes. En el siglo séptimo, Heraclio usó ‘aplaudidores profesionales’ para intimidar a los enemigos en el declive del imperio romano, y Desmond Morris, autor de El Mono Desnudo define al aplauso como una forma de darle palmadas en la espalda desde la distancia a alguien. Uno de los primeros movimientos que hacemos cuando bebés es aplaudir ante estímulos, especialmente, estímulos que nos agradan, así que no resulta descabellado pensar que, el gesto de juntar las palmas de nuestras manos para hacer ruido como reacción ante algo que vemos sea una especie de vestigio evolutivo, escondido en nuestro ADN desde la noche de los tiempos, si me permiten canalizar a Carl Sagan.
Tipos de aplausos
Lo que llama la atención entonces, es pensar los muchos matices que tiene de acuerdo a la situación. Es posible imaginar, por ejemplo, a una banda en su primera presentación en un sitio pequeño, con un público más o menos desconocido que hace gigante al escenario… Ahora, al final de la última canción del setlist, llega el sonido del aplauso desde el público. Se oye sincero. Hay unos cuantos ‘Wuuuu’ camuflados. Es un sonido constante y fuerte. La banda se baja del escenario confiada. Ese bautismo de fuego salió bien y pueden dar los siguientes pasos con confianza. Ahora, en un universo alterno, cuando termina esa última canción, suena una ronda de aplausos, pero no es como la que se acaba de describir. Esta se demora en llegar, es tímida. Quienes aplauden están claramente incómodos. Termina rápido. Esta vez, la banda baja del escenario con la seguridad ontológica en el piso. Saben que fallaron, y haber dado este primer paso con el pie izquierdo es fatal. Dependiendo de cómo lo tome cada uno de los miembros de la banda, se levantarán de esta o desaparecerán con más pena que gloria. ¿Cuántas bandas en la historia desaparecieron en un escenario así?
[Lee también A GRABAR EL DISCO… ¡Necesitamos un productor!]
De la misma manera que los animales pueden obtener información vital sobre otro miembro de la especie a través del olor o las feromonas que emite, nosotros podemos leer pistas sobre los demás por la manera en la que llevan a cabo un acto como el aplauso, algo particularmente necesario en esta época. Recibimos el ‘Me gusta’ pero es, a fin de cuentas, una secuencia de unos y ceros alojada en los servidores de Facebook sin saber cuál era la intención de quien hizo clic. Estamos empezando a olvidar un hecho fundamental y es el hecho que en la comunicación no solo importa el contenido del mensaje sino la manera en la que este es transmitido, o, para mantener la metáfora digital, los metadatos.
El aplauso, su universalidad y sus matices son, a fin de cuentas, evidencia de ese fenómeno tan complejo que es la comunicación humana, y por extensión, la condición humana.