Por DJ Chiflamicas - This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Pocas víctimas del fuego de un atarván se atreven a hablar al respecto. Otro número más reducido decide escribir y hay quienes, como yo, lo piensan, lo preguntan y al otro lado del continente sienten que es mejor gritarlo con una mueca. En todo caso, si hay algo cierto en todo esto, es que la quemadura no cura nunca, por el contrario crece y se hace más deliciosa al oído, estoy hablando, por supuesto, del ardor de Burning Caravan.
Para entenderlos un poco mejor habría que viajar a Francia, cambiarse de ropa, fumar habanos, amar enredado y casi casi, haber nacido en 1930. Mientras estamos en eso, tal vez quisiéramos decirle a Django Reinhardt –creador del estilo del jazz gitano- que apague las velas, pero bueno, eso nos robaría este momento y él, más que ningún otro, comprendió que el fuego de una caravana ardiente arrasa los siglos.
Burning Caravan es una reunión de viajeros del tiempo y el espacio que hace unos cuantos años se quemaron de la misma forma, pero por dentro. Django es un atarván y ellos son sus forajidos, o bueno, unos entre los hijos que hoy recuerdan al gitano de los dedos de oro rezando con sus melodías y creando nuevas llamas de swing y jazz gitano o manouche, dependiendo del bouquet.
Lo que comenzó como una guacherna de amigos músicos en el ya extinto restaurante francés La Baguette du Chef –hogar del entonces grupo Gypsy Jazz Quartet– se fue convirtiendo en una peregrinación semanal, penosamente con menos alcohol cada vez, al cuartel general de lo que gracias a los dioses no se llamó French Puddles.
Por casi dos años, el martes ha sido el día sagrado de esta banda para ensayar y preparar sus espectáculos, estos dirigidos por su vocalista, bailarín, líder teatral y hasta chileno, Francisco José Martí. El ritual comienza con una oración al atarván, Minor Swing con frecuencia, sigue con un repertorio repasado, arreglado, recompuesto, intervenido, ahumado, carcajeado y tiene sus respectivas pausas para la dispersión aromática.
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En estas reuniones, la disciplina francesa impuesta categóricamente por el contrabajista Olivier Lestriez, la precisión rítmica del guitarrista Sergio Apráez, la curiosidad improvisadora del clarinetista Tomás Pinzón y, sin duda, la iniciativa y liderazgo del compositor y guitarrista principal Javier Ojeda, son las claves que, sumadas al increíble talento musical de estas bestias, han gestado un sonido propio y contundente. Esto, obvio, con la suerte de tener en la voz a Pancho, un hombre curtido en teatro, poesía y literatura con un vozarrón muy del sur y muy gitano, porque es nostálgico y alegre a la vez.
La más reciente adquisición musical de la banda es una bogotana nacida en Moscú que lleva tocando piano desde los cinco años, Diana Osorio, una mujer de felicidad incorruptible que aporta con su acordeón ese clamor tan Europa del Este.
Con un nuevo integrante de alcurnia próximo a ser revelado se completa esta familia de beodos que ha hecho de Bogotá, menos mal, su centro de operaciones. Ya llevan sus buenos conciertos en la cuenta y son de las pocas bandas que ha usado la rumba posterior al toque no solo como una buena forma de promoción, sino también para bailar entre amigos y no matar el espíritu incendiado de un público que quiere seguir gitaneando.
Y es que no sólo se comienzan a convertir en una banda de culto del melómano bogotano, también llaman la atención de medios independientes y grupos creativos que proponen nuevos modelos de producción discográfica, como es el caso de New Grito, un sello joven, como ellos, con el que produjeron y lanzaron en octubre de 2013 su primer trabajo, el Ciudadano Ideal EP, que contiene un sencillo bastante exitoso en las redes sociales, Jardín Secreto, un vals melancólico que es mejor pasarse con vino o ron.
Entre sus victorias más destacadas está haber sido teloneros de una de las bandas insignes de la cultura cinematográfica, el trío de japonesas 5.6.7.8’s que usó Quentin Tarantino para su película Kill Bill, concierto en el que compartieron escenario también con Los Plankton y Salidos de la Cripta. Además, mientras usted lee esto, esta banda se muerde las uñas con las cuerdas de sus guitarras porque fueron seleccionados oficialmente para abrir el concierto de uno de los grandes del mundo gitano, Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra.
Así de profunda es la quemadura del primer gitano en hacer jazz, ese Django de antaño que hoy sigue incendiando por donde suena y a quienes lo suenan. El fuego manouche de esta banda no se extingue y por ahí dicen que quien se sube a esta caravana, no se quiere bajar. A ella se han montado como invitados especiales, por ejemplo, Camilo Parra de Monsieur Periné y el Duque, ex baterista de Aterciopelados y, tal vez, esta dupla le sirva al incauto en busca de nuevos sonidos para entender mejor el estruendo de la Burning Caravan: una suerte de rock gitano y atarván.