Por Rafael I. Oliver G. - @FundaRema
Probablemente sea difícil encontrar en el país personas que no hayan escuchado hablar de J Balvin. Por lo general, la mayoría de personajes que alcanzan un nivel de fama sustancial, que se convierten en fenómeno, suscitan por igual amores y odios desmedidos, y por su puesto, indiferencia. Sin embargo lo que me llama la atención es que lo aman o hay un nivel mediano de indiferencia, pero pocos lo odian, a pesar de que su género es tal vez el que más críticas recibe por estos días. Dicen que le terminó a la novia por Twitter, que tiene mala ortografía, que casi toca en el Estéreo Picnic, que se dio en la jeta con Cali y el Dandee, y por supuesto que obtuvo un disco de platino en Rumania (lo entiendo, a mi también me parece sorprendente), pero aun así la gente no lo odia, no tanto.
Paseando por YouTube tuve la impresión de que conocía pocas de sus canciones, pero fue solo al principio. Después de un rato largo escuchando su música me di cuenta de que varias melodías y coros me resultaban familiares, incluso puedo decir que he cantado y bailado (¿o debería decir perreado?) sus éxitos al son del aguardiente, o que me han acompañado en largos trayectos en buseta. Sin duda logró pegar, hasta las viejitas saben quién es.
Quería encontrar la que me gusta (sí, no creo que sea un pecado que a uno le gusten algunos temas de reggaetón, ni que sea sinónimo de mal gusto, como a veces se sugiere). Cuando la encontré, me di cuenta de que no era de Balvin, si no de otro “J”, uno puertorriqueño. Para mi es difícil distinguir entre los distintos artistas del movimiento, quizá por el poco tiempo que he dedicado a escuchar el género, o de pronto por el efecto que genera la afinación digital en sus voces (casi todas me sonaban igual, ¿será por eso que insisten en decir compulsivamente su nombre en todas las canciones?). Sin embargo noté que relaciono la movida del reggaetón con Balvin. [VER ARTÍCULO SOBRE DADDY YANKEE]
Lo del amor hacia el personaje es comprensible. El género está en su apogeo y miles de personas (¿o más bien millones?) se identifican con sus sonidos, es el ritmo preponderante en buena parte de las fiestas del país, su música es sin duda pegadiza, y, como me quedó claro después de revisar los comentarios en Youtube, el tipo es un “papacito”. Pero todavía no entendía por qué, a pesar de que hay un odio exacerbado hacia el reggaetón, esto no se ve reflejado de manera tan marcado con J Balvin, quien es tal vez su mayor abanderado en el país; ni por qué su figura se alza por encima de otros interpretes del género, ni a qué se debe su popularidad en otras latitudes.
Tal vez la clave pueda estar en otros comentarios recurrentes en el Tubo, los de corte nacionalista. En Colombia tenemos un sentimiento nacional muy arraigado y es común que, cuando algo que sale de estas tierras triunfa, o lo consideramos bueno, lo defendamos y lo recalquemos. El hecho de que un colombiano esté triunfando con un género extranjero (y más si pasa en el extranjero) al parecer, es motivo de orgullo y admiración. [VER ¿Qué tan confundidos estamos?]
Relacionado con estas particularidades de ser colombiano, está el hecho de que existe la creencia general de que es un personaje respetuoso, decente; o al menos se muestra como tal (en realidad no me interesa establecer si J Balvin y Jose Álvaro Osorio son el mismo). Lo recalca siempre en sus entrevistas, habla de hacer las cosas con respeto, con amor. Esto conecta con sus letras, que si bien tratan temas afines a los que le han hecho ganar la reputación de sexista al reggaetón, sí son más sutiles. De igual manera, en la producción de los videos, aparecen mujeres bonitas en ambiente de fiesta, pero no salen semi-empelotas meneando el rabo. Además de generar una distancia con la forma comúnmente más burda del resto de los interpretes, permite una mayor identificación por parte de los oyentes, eso es, más allá del gusto morboso por el chiste o por el lenguaje soez.
Parece haber una idea consciente de tomar distancia, ya que por lo general él habla de su música como género urbano, que si bien se ha convertido en una denominación común para el reggaetón, de entrada lo pone en otro lugar. En sus entrevistas se evidencia que hay una búsqueda por generar una nueva propuesta un sonido propio. Más allá de que a algunos no nos parezca que exista gran diferencia entre la música de Balvin y el resto del reggaetón, por lo menos está en su exploración (que viene de atrás, comenzó tocando guitarra eléctrica y haciendo rock).
Probablemente la doble orientación moral con la que vivimos los colombianos a diario se ve reflejada en el gusto por su música. En general tenemos unos valores cristianos muy arraigados que conviven con sus contrapartes con desparpajo. Balvin, siempre habla de Dios y Colombia sigue siendo un país católico (y cristiano) que ve con buenos ojos la presencia de Dios en las palabras de los hombres -y si no que le pregunten a Alejandro Ordoñez-.
Todo esto sin mencionar el gusto por la estética traqueta que muchas veces es explotada por los reggaetoneros. En ese aspecto Balvin también puede llegarle a muchas personas. Comenzó teniendo una imagen mas “urbana” o “callejera” que se ha ido refinando con el pasar del tiempo, evolucionando hacia un tipo más “elegante”. Es particular que la imagen que se vende del personaje es de un hombre trabajador, que no disfruta de la vida nocturna tanto como de cantar y hacer música. En resumen es un buen tipo, lo que también explota las preferencias morales del colombiano promedio. Se podría decir que la gente “lo lleva en la buena”. Todo esto se ve plasmado en su discurso, ya que dice que su música suena “a calle, pero elegante”, y que quiere “enseñarle modales a la música callejera”, lo cual puede explicar por qué diversos sectores de la sociedad se sienten identificados.
Y elegante, es un término que podría utilizarse para denominar su producción. Más allá del consenso general que parece existir en torno a que el género es pobre musicalmente (infundado, basado en un elitismo musical vacío, en mi opinión… pero ese es otro tema), la gente piensa que su música tiene trabajo encima, o cuando menos está bien producida. Es un comentario general que he escuchado incluso entre melómanos o músicos, les he oído afirmar que está bien hecha -eso sí, sin mucho entusiasmo en la mayoría de las ocasiones, y por supuesto, acompañados de críticas de la orientación (netamente) comercial de su propuesta-.
Y es que al parecer el socio sabe cómo es el negocio. Lo dice de frente: “yo me meto en lo artístico y en lo administrativo”. Si bien no terminó la carrera, estudió Negocios Internacionales, y de algo debió haberle servido la formación. Su música ha encontrado un mercado por fuera de los espacios que normalmente se busca explotar (consumo local, y los apetecidos mercados norteamericanos y de Europa Occidental). Se ha abierto camino en varios lugares de Europa Oriental, Turquía, Marruecos y Grecia. En el ámbito local se convirtió en la imagen de las motos AKT, accediendo a un público enorme a través de la televisión (el medio que más se consume en Colombia) y mostrándose como un tipo cercano a la gente, que anda en moto. Es sin duda ambicioso, no teme hablar en términos de “meterse el público al bolsillo” o “conquistar el mundo”, y lentamente lo va haciendo.
Además el negocio es familiar. Su manager es su papá y su mamá le empaca la ropa antes de los viajes, lo cual sin duda acentúa la imagen de muchacho de la casa, apegado a su familia. Ser trabajador y familiar, son valores sumamente apreciados dentro del contexto colombiano, nos gusta la gente que sale adelante camellando y no se olvida de los suyos; no en vano tiene tatuadas las palabras, Familia y Mi Gente. De nuevo la imagen que se proyecta es que es “buena persona”, “trabajador”, “un berraco”. Tanto por lo que he escuchado de primera mano, como por lo que se observa en Youtube, es evidente que el hombre hace que el público se identifique con él, su página de Facebook es como la de cualquier otro cristiano, solo que con 18.000 likes en cada publicación. Sube sus fotos y pone actualizaciones de estado, pero no comparte los artículos que se escriben en los medios sobre él. En una entrevista dijo que abusaba del Twitter, pero que era una manera de hacerle sentir al público que él es un parcero más que está en la lucha como ellos. Tiene claro a quién le está hablando y qué le está diciendo.
El éxito de Balvin ha sido tan contundente, que le ha abierto el camino a otros personajes del mismo estilo, por estos días se le ha hecho mucho ruido a Maluma, quien tiene un perfil bastante similar. Sin duda a la gente en Colombia le gusta la fiesta, y bailar; así como las personas camelladoras que quieren a la familia y Dios, más si les va bien en el extranjero, y más aún si son bien parecidas.
El movimiento paisarriqueño logró capitalizar la coyuntura: un género que ya contaba con adeptos por montones que solo consumía productos extranjeros; es como si acá sacáramos teléfonos inteligentes adaptados a ciertas particularidades de consumo de los colombianos y terminaran vendiendo más que el Iphone, y luego los exportaramos a Bulgaria. Desde cierta óptica esto es admirable, en particular en un momento en el que es cada vez más complejo obtener dividendos de las actividades artísticas, y en particular de la música.