Por Alfonso Espriella - @AlfonsoEspriell
De todo lo que se podría decir sobre Totó la Momposina, su larga trayectoria o su figura icónica para la música de nuestro país, me gustaría resaltar un aspecto con el cual he podido entrar en contacto gracias al trabajo que hemos realizado juntos en épocas recientes, y es el sentido sagrado; el sentido de espiritualidad que esta mujer le da a la música y a su trabajo.
Totó la Momposina no es un ser común y corriente. En ella hay una fuerza, una energía, que no solo se hace presente a la hora de cantar, ella también llena el espacio cuando uno la escucha hablar. Cuando ella se pronuncia, independientemente del contenido de sus palabras, hay una especie de música silenciosa que se hace presente y que no deja escapar fácilmente la atención de las personas. En esos momentos ella manda, como una especie de cacica ante la cual la gente hace silencio y escucha. Y yo creo que es su autenticidad y la fuerza de sus convicciones lo que le da esta especie de autoridad espiritual que la acompaña.
A la hora de abordar su música, he visto cómo ella invoca su conexión espiritual de manera directa y consciente. Cuando íbamos a grabar su voz para la versión rockera de “El Pescador”, Totó prendió un incienso y nos pidió unos minutos durante los cuales se arrodillo para orar y meditar. Y esto para nada es una pose. En ella es tan real como la fuerza de su voz. En ella no hay separación entre su canto y sus convicciones espirituales profundas. Quizá esto haya sido, en parte, lo que le ha dado tanta fuerza y autoridad a su camino artístico. En aquella sesión de grabación también aprendí que para Totó los instrumentos son objetos sagrados, cuando observé cómo regañó al ingeniero de sonido cuando este puso una taza de café sobre un tambor. Lo obligó a quitarla de ahí de inmediato, recalcándole que “los instrumentos son objetos sagrados”. [VER Los Gaiteros de San Jacinto y su Influencia en la Música Colombiana]
Otra particularidad de Totó es su insistencia en abordar su trabajo con sus sentidos totalmente despejados. No está de acuerdo en consumir alcohol ni alguna sustancia que pueda alterar la mente antes de cantar. Esto también está ligado a su noción de que su trabajo artístico es también una misión espiritual en la que ella es un canal para conectar a la gente con energías de la tierra y del universo. Desde esta comprensión ella incluso hace énfasis en la postura física que se debe adoptar a la hora de cantar. Una postura en donde los pies están firmes en la tierra y las rodillas dobladas. Alguna vez le dije que esa postura me recordaba a posturas que se manejan en el Tai-Chi (una disciplina espiritual Oriental), a lo cual me dijo que era obvio, porque aquí la idea también era la de ser un canal conductor de la energía y la fuerza de la vida.
Siempre recordare que en Rock al Parque 2013, estando en camerinos con Totó (ya que dentro de mi show ella saldría a cantar “El pescador” con nosotros), cuando minutos antes de que me tocara salir al escenario, ella se me acercó y me dio una bendición. Pronuncio unas palabras que no recuerdo textualmente pero eran algo así como “que la luz este contigo”, mientras tocaba con su mano mi frente y luego mi pecho. Lo que recibí ese momento con ese acto, fue una energía de calma y de humildad. Energéticamente ella me transmitía su sentido de nuestra labor como músicos: ser vehículos y canales de energías o de fuerzas del espíritu, del universo o de “la luz”. En nosotros se debe dar la humildad necesaria para en vez de apersonarnos de eso, entregárselo a quienes nos escuchan.
En diversas ocasiones he oído a Totó hablar sobre cómo la música proviene de Dios (como sea que ella comprenda este concepto o misterio); de cómo la música de Dios primero se manifestó en los sonidos de los animales y la naturaleza, y cómo posteriormente el hombre le empezó a dar forma a ese potencial sonoro a través de los distintos géneros musicales que (el hombre) ha ido creando. Esta reflexión también lleva a Totó a justificar el haberse abierto a una colaboración conmigo en la que mezcláramos su canto con un sonido de rock fuerte y denso. Independientemente de los géneros, explicaba Totó, donde existe un pulso (un “beat”) existe una conexión con la tierra y con el alma del ser humano. Esta conexión (explicaba Totó) es más contundente que la estética especifica con la cual cada género musical se viste, pues nos conecta con nuestras más profundas raíces humanas y ancestrales. Por esta razón nunca fue difícil para ella cantar “El Pescador” junto a guitarras pesadas, sintetizadores distorsionados y una sección rítmica de rock.
Esta vislumbre a esta dimensión artístico-espiritual de Totó la Momposina es interesante. Yo pertenezco a una generación que creció con un estereotipo del rock star de los 80s y 90s, como un ser entregado a todo tipo de descontrol hedonista (el viejo cliché de “sexo, droga y rock and roll”) y acá tenemos una postura, en uno de los “rock stars” más grandes de la historia de nuestro país, que ejemplifica todo lo contrario. No pretendo ni por un instante juzgar una actitud de vida como mejor que otra. Cada persona y cada artista caminan su propio camino, pero sin duda la manera en que Totó ha abordado su carrera artística sin desligarla de su más hondo sentir espiritual, es algo inspirador. Y creo que cualquiera que logre llegar a su edad con la intensidad vital que ella tiene, debe convertirse en referente clave (como ya lo es Totó la Momposina) e inspiración para generaciones venideras.