Por Miguel Alejandro Contreras
Coordinador Programa Medios Digitales
Para muchos de nosotros la música es parte fundamental de nuestra vida, no hablo sólo de quienes la crean o tienen el conocimiento para producirla, grabarla o interpretarla, también para el que está en la platea, al otro lado del reproductor de música, del otro lado de la barrera, el que la compra, la baja, la piratea, la comparte, la baila o la grita en el concierto. Bien lo dijo Nietzsche "Sin música la vida sería un error".
Me confieso melómano, coleccionista, mi conocimiento musical parte de quien escucha la música, la consume y la hace parte de su vida. Cada nuevo álbum significa una exploración artística, no sólo de sonidos, también consiste en el olor a tinta que emana del CD o vinilo recién comprado; en lo visual: el arte y diseño gráfico, las tipografías usadas, las carátulas en el tacto: el tipo de papel, las texturas, relieves o troquelados. Cada agrupación, en mayor o menor medida, tiene su propia identidad, no solo acústica o sonora, también visual, cromática y estética. Por ejemplo pensemos en la puesta en escena, el manejo del color en la iluminación, Slayer en concierto, el escenario inundado en colores rojos o en su momento Type o Negative, en colores verdes. No importa cuán comercial o “underground” sea la música que escuchamos, una buena banda tiene una identidad visual, una que se refleja en las portadas de sus discos, en la puesta en escena en sus conciertos, videos musicales, página de internet, perfiles de facebook etc. La música afecta incluso a los que la oyen, y procuran hacerla suya, tanto así que podemos decir qué clase de música escucha alguien, por su forma de vestir o cómo lleva el cabello o el tipo de accesorios que usa. La música no solo es para nuestro sistema auditivo, es también visual, sensorial.
Nuestra percepción del mundo parte de los cinco sentidos que nos dan una idea de la totalidad de nuestro contexto, de nuestro entorno, pero de acuerdo a la época y la cultura, primará un sentido sobre los demás; en la década de los 80 y 90, podíamos observar a personas llevando grabadoras en sus hombros escuchando música, más tarde, entes caminando con audífonos puestos, gracias a la gran invención de Sony, el Walkman. Nuestra década está marcada por lo visual, piense en el desarrollo del cine en 3D, YouTube, Flickr, Instagram, o Netflix, ahora pasamos nuestras vidas mirando y tocando pantallas, en el celular, tablet o televisor. Nuestra interacción con el arte y con nuestros semejantes se ha trasladado a los dispositivos digitales, en un concierto son pocos los que saltan, aplauden o “poguean”, ahora se levantan los celulares y cámaras al unísono, no se mira la tarima, se vive el concierto a través de la pantalla. Que quede claro, no estoy de acuerdo con esto, ¿Para qué ir a un concierto a mirarlo desde la pantalla? ¿No es lo mismo que mirarlo en YouTube?
La importancia de lo visual en la música fue demostrada por la pianista e investigadora Chia-Jung Tsay, quién realizó un estudio en la Universidad de Londres, tomando un grupo de 1.164 músicos, trató de determinar cuán importante era la parte visual en la música y el 46 % de los participantes, logró identificar a los ganadores de diferentes concursos solamente por la imagen de video, mientras que solo el 30% pudo hacerlo escuchando solo la música. Y estamos hablando de música clásica.
Todo artista busca la singularidad, la originalidad, incluso los que existen solo en el mundo digital, la idea de una banda de seres virtuales, como Gorillaz, o los conciertos con Hatsune Miku, holograma de largas trenzas azules, o Tupac volviendo de la tumba para compartir escenario con Snoop Dogg, Dr. Dre & Eminem; estas interpretaciones virtuales se vuelven recurrentes en nuestros días, donde se combina el video en vivo, video mapping y espectáculos de luces, como los de Buraka Som Sistema, Zoé, Daft Punk, Chemical Brothers y por supuesto Pink Floyd, no sólo son una muestra, son la evidencia que la música y los medios digitales, unidos, generan unos resultados mucho más sorprendentes, atractivos, espectaculares, así como mayor recordación en el público, mayor impacto. Claro, no todos tienen el presupuesto de Pink Floyd, pero es sorprendente lo que se puede hacer con un portátil, un Kinect y un video beam.
En Colombia conozco pocas agrupaciones que están realizando este tipo de interacción, un caso a citar es el de Systema Solar y su trabajo con Panoramika, o el trabajo de Timbo Studio, en cabeza de Santiago Caicedo. Es el momento de incluir el video mapping, video interactivo o VJs, y en general los medios digitales dentro la propuesta musical.
Es el momento. La música entra por los ojos.
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