Texto e ilustración por Nicolás Jiménez - https://www.facebook.com/nicobasss
Difícil hablar de Skampida, difícil ser objetivo con una banda que te gusta, difícil no quedar como un fan y como un seguidor ferviente de su trabajo, difícil muy difícil, tan difícil como su gira de más de cien conciertos en Estados Unidos en el año 2011, difícil como sus dos giras en Europa, difícil como su gira en el Cono Sur, difícil como su presencia (tan discutida por algunos) en la gira de “Rock al Parque” por México, difícil no por la mala fortuna o por el hecho de hacer giras largas y ambiciosas, difícil porque una banda totalmente auto gestionada debe pensar el doble y trabajar el triple que el promedio de bandas nacionales, porque una banda con un estilo crudo y urbano no es tan solicitada por los escenarios internacionales (o por lo menos eso nos hacen creer). Porque es más “fácil” hacer folklore, porque es más fácil hacer letras rosadas e ignorar la realidad de donde se viene, porque es más fácil no ser SKAMPIDA.
Difícil no hacerle caso a la industria de un país cada vez más permeado por el éxito instantáneo que dan las emisoras radiales y la moda del momento, pero para Skampida ha sido fácil ser, hacer y mantenerse, sencillamente porque les nace, porque lo viven y lo llevan viviendo desde 1999 cuando arrancaron, ensayando en la casa después del colegio.
Conformada desde sus inicios por David Mujica, Juan Pablo Tobón y Pedro Vega, Skampida ha sabido mezclar el punk , el merengue, la folka, el gipsy, el hip-hop y el ska. Gracias en gran parte al virtuosismo de Tobón, a la imaginación de Pedro y a la iniciativa de Mujica, su primer trabajo “Stereoblaster” está lleno de canciones que aún hoy siguen siendo visionarias, arriesgadas y originales; letras cargadas de realidad social, de inconformismo y de trabajo social desde las entrañas de Bogotá. [VER Catedral: picando el cielo veinte años después]
Conocí a Skampida en los festivales de ska y punk organizados en la capital durante el año 2000, cuando el ska estaba de moda, cuando el ska llenaba bodegas y bares, cuando el ska y el reggae parecían ser la respuesta a los interrogantes de una generación de jóvenes muy jóvenes como para apreciar a “Faith No More” y muy viejos para escuchar boys bands gringas; una generación de jóvenes inconformes que cansados de los extranjerismos encontraron en el rock nacional una salida.
La boleta costaba diez mil pesos y el cartel era de lujo: “La Severa”, “Batracios”, “Los Elefantes”, “La Mojiganga”, “Desorden Social”, entre otros. Diez mil pesos que ahorraba de las onces del colegio, diez mil pesos para la boleta y dos mil para los buses: era mucho tener diez mil pesos a los dieciséis (triste que las boletas para los conciertos aún cuesten lo mismo). Skampida se destacó instantáneamente, entre los hi-hat’s abiertos y el skanking repetitivo, atraían con su mezcla de ritmos y con sus letras, que más allá de denunciar a la policía con aburrimiento o hacer la típica letra propia del género acerca de la cerveza y los viernes sin novia, contaban la situación del campo, denunciaban a los paramilitares y el abuso estatal, enaltecían nuestra cultura indígena y criticaban con inteligencia la lógica laboral.
Canciones como “Sucios”, “FDT”, “Círculo vicioso” o “Indiferencia” alentaban a echar cabeza sobre la situación de nuestro país, mientras nos enseñaban que más allá del ska existían más músicas, con una fuerte influencia de “Todos tus muertos” y “Kortatu”, Skampida empezó a afilar su sonido a través de sus shows en vivo y en sus palabras como “un toke vale por dos ensayos”. Rápidamente se convirtieron en un proyecto fuerte en escenario, divertido y con un ensamble claro.
Viajaron a EEUU con la esperanza de llegar a más gente con su música y en el proceso, además de posicionarse en ciudades como Miami y New York, la banda se fue depurando (proceso natural cuando hay muchos músicos en un proyecto): de ser once integrantes pasaron a ser sólo seis; y de estar experimentando con todo, lograron encontrar su sonido en su segundo álbum “Inflamable”. Después de pulirlo paso a paso y concierto a concierto durante sus extensas giras en Canadá, México y EEUU, lo estrenaron en Bogotá con un lleno total y uno de los shows de más importancia en la historia de nuestra escena.
“Inflamable” es un disco compacto, con una capacidad comercial significativa, reefs pegajosos, tonadas de vientos complejas y al mismo tiempo fáciles de recordar y con un espíritu punk digno de dar clase, “Manifestación”, “Criminales”, “Déjala” y “Barreto” son hits para poguear, bailar y despelucarse, al son del balkan, el klezmer y el poder del caribe reinventado por los viajes por carretera de película gringa, los largos turnos al volante de la van en la que se transportan, la comida chatarra de McDonalds y el whisky que muchas veces hizo parte del pago por tocar. Todo esto le da madurez a una banda, le da calle, le da experiencia. Skampida es la única banda que ha hecho más de cien conciertos en un año fuera del país, lejos de un patrocinio, una disquera, una empresa de prensa o un manager, todo logrado a punta de trabajo duro, mails, llamadas por skype para cerrar fechas, perseverancia y calidad musical.
Hoy cumpliendo 15 años de carrera musical vuelven a Rock al Parque en su vigésima edición, están por estrenar su tercer disco y ya perdieron la cuenta de cuántos toques han hecho; su calidad humana los ha hecho merecedores de estar rodeados de amigos en toda la escena nacional, no se han ganado nada por rosca, no comen cuento de estrellas, muchas veces ni siquiera se han enterado que han sido número uno en varias emisoras del país, siguen siendo los mismos tipos con los que sales a tomarte un trago después del toque, que hacen la vaca para algún licor barato, los que cuentan chistes y sacan guitarra a media noche para mamar gallo, los mismos tipos que valoran esos diez mil pesos que costaba la boleta para entrar a verlos por allá hace quince años cuando el ska era una moda, los mismos que no se conformaron con lo que el ska podía ofrecerles, con lo que nuestra media industria podía ofrecerles, los mismos que se han atrevido a soñar con más, a creer en su banda como escudo de batalla y en sus ideas como política de vida, los mismos que me enseñaron a creer en la música independiente, los mismos que hoy entre risas dicen que quisieran cambiarle el nombre a su banda por ESTAMPIDA. Y eso es lo que son, una estampida, un movimiento, un parche de jóvenes ejemplo de Independencia, Fuerza y Constancia. [VER LA ENFERMEDAD DE ROCK AL PARQUE]
Y aunque siempre les pasa lo mismo, dicen cosas que no piensan, piensan cosas que no hacen, hacen cosas que no deben… ¡siempre terminaran dando buen ejemplo!