Informe de una ruta que terminó en arrullo...
Enviados especiales:
Tailo Piraquive Díaz y Juancho Medina (Boogaloop)
La XVIII edición del Festival de Música del Pacífico Petronio Alvarez llega con los vientos de agosto y este año nos sorprende emotivos la última noche del festival escuchando el homenaje que la familia del compositor hace en su centenario en este "muelle de sueños" que es el escenario en que se convierte el complejo deportivo Panamericano... una noche antes ha terminado la segunda versión del Mercado Musical del Pacífico (MMP), que se va convirtiendo en una iniciativa que impulsa el movimiento de la escena musical independiente en el país.
Tanto el Festival como el Mercado -si bien no del todo articulados entre si- se convierten en los más importantes encuentros culturales que se desarrollan en Cali que con su más de medio millón de habitantes afrodescendientes -y sumando a los que de las provincias llegan a participar- la transforman en una ciudad diferente y sorprendente por estos días, en que la tradición y la cultura se hacen fuertes y cotidianas a través de sus expresiones.
El Festival Petronio Álvarez ha alcanzado hoy el reconocimiento de todo el país por su organización, su asistencia, su producción, su naturaleza, su proyección, pero especialmente por su interés de ser incluyente. Obviamente no todo es color de rosa y aparecen las críticas por los criterios de selección, o por el dinero que se destina a la producción frente al recurso que le dan al participante, o por el hecho de ser concurso más allá de estar enmarcado como Festival. Haciendo el papel de "envichados especiales" de Music Machine Magazine, tuvimos la oportunidad de dialogar entre otros, con su fundador el Maestro Germán Patiño, quien analiza, lo que ha pasado con el proceso y la expectativa, que genera el festival, al llegar a su “mayoría de edad”: “Es un fenómeno difícil de explicar, y creo que tiene que ver con nuevas sensibilidades de la gente joven, que sabe que el mundo se ha urbanizado y el mundo campesino prácticamente no existe... aquí la gente ha vuelto a mirar al campo, al agua, a los recursos naturales y entonces valora lo que hacen los campesinos y cuando los campesinos se presentan además haciendo una música sorprendente, sumamente compleja porque no es una música elemental, entonces enamora mucho más a los jóvenes”, el maestro Patiño, habla de la importancia del músico que se presenta en tarima, que en su vida cotidiana es un pescador, un minero, un trabajador del agro, una lavandera, una ama de casa, gente común que se junta para hacer algo extraordinario.
“El Festival ha cumplido con sus objetivos iniciales con creces, está en un punto muy importante que se refleja en la asistencia que sumando los 5 días supera las 500 mil personas, sorprende que esa multitud se reúna a escuchar la música de unos campesinos de río, eso no es normal que suceda, eso es extraordinario y da mucha satisfacción” mientras muchos otros festivales en el país, por sus prácticas y su naturaleza, hacen sus ceremonias de clausura, acudiendo a la popularidad de un artista comercial y al favor de las autoridades departamentales o municipales que con el patrocinio de algún interesado muchas veces desdibuja la naturaleza del certamen y presenta cualquier cosa vistosa y taquillera; la diferencia es clara en este caso, acá la gente no necesita que venga nadie de “cartel”, acá la gente quiere escuchar su música y sus raíces, y vibra con la más sencilla agrupación de chirimía caucana, como con el homenajeado, como con el invitado internacional, como con el ganador del año pasado, después no importa nada más, el Petronio es de lejos la representación sonora de eso que se cacarea tanto de autenticidad y resistencia cultural. [VER Circulart o el nacimiento de una industria]
El maestro Patiño atribuye la diferencia de este con respecto a otros festivales, “en privilegiar el músico tradicional, que hace que eso llegué al corazón de la gente”. El nivel de exigencia de los grupos participantes crece año tras año en las diferentes modalidades, y especialmente en el caso de la modalidad libre, muchas de estas agrupaciones han empezado a participar en el MMP, dando muestra de crecimiento como agrupación y han entrado en la dinámica lógica que el mercado exige de tener un representante, una infraestructura de promoción por sencilla que sea, para fortalecer su labor como organización cultural, sin embargo aún falta articular más acciones de circulación de los artistas entre el festival y la ciudad o por qué no, con el mercado mismo.
El festival es dinámico y sobre la marcha ha hecho los cambios y las aperturas que sus intereses le ha obligado a hacer, por eso en sus primeras ediciones ante la experiencia en arreglos y composición presentada por Hugo Candelario González, creó la modalidad libre, por eso en 2008 empezó a incluir la modalidad de violín Caucano en ese a mi modo de escuchar y entender “abrazo del pacífico con lo andino” que hoy la hace una de las más ricas expresiones del festival.
Tanto el Festival como el mercado presentan paralelamente una nutrida actividad académica, con agendas que muchas veces pueden coincidir tangencialmente en sus contenidos, la del Festival incluye cine, y llega a las bibliotecas, desarrolla también el “Petronito”, sembrando bases para preservar el futuro. Los llamados “Show Case” del mercado a veces coinciden con el desarrollo del Festival y entonces uno escoge que ruta tomar, pero inevitablemente se pierde una parte de alguno.
Como novedad el MMP tuvo a Ecuador, como país invitado, en escena pudimos ver a “Papa Changó” entre otras bandas que se presentaron, la factura de su presentación es de un alto nivel, así mismo la presentación en el Festival de la agrupación “Etnia” de Esmeraldas Ecuador, dejóchonta, claro que la frontera es geográfica pero que la marimba chonta no la distingue, y con el acento de lo pacífico obviamente Nariño aparece en la escena del MMP con la música de Bambarabanda, tuvimos la oportunidad de hablar con su líder Juan Cano que nos contó de su experiencia en el mercado y compartió de cerca algunas noches de Festival, sobre el mercado anotó: “los mercados musicales y culturales han significado una oportunidad fundamental e importante de crecimiento, gracias al trabajo que realizamos en la rueda de negocios logramos hacer una gira que nos llevó a Italia, Bélgica y Croacia, sin que la productora nos viera en vivo, pero los comentarios y el material que había recibido le dieron la confianza para apoyar el trabajo y llevarnos” En la práctica el mercado les ha ido proporcionando, “volverse más concretos en lo que queremos decir de la banda y lo que queremos presentar, apoyados en el material visual y un buen portafolio”, esto nos contó Juan respecto a su relación con el pacífico, “hay una canción que nunca hemos grabado que hicimos en Tumáco y se llama “soy pacífico”, un homenaje al pacífico y a nuestro hermano afro, es un contacto directo, está en nuestros genes, lo tenemos por nuestra ubicación, Pasto está en un nudo que la ubica en el punto más cercano al mar Pacífico que es el más grande del mundo, junto al Amazonas la selva más grande del mundo, sobre la cordillera de los Andes, y ese macizo volcánico y esas tres cordilleras que se abren al norte y entonces toda la información fluye por ahí y el viento corre y nosotros somos agradecidos de estar en ese andar”, reconoce Juan también la importancia que los mercados podrían tener con agrupaciones tradicionales como por ejemplo en el caso de “los alegres de Jenoy” y que aplica para otras de su especie “que debía ser muy importante para el mundo conocer esas expresiones, pero la propuesta debía tener otro enfoque, y venir de los productores”. agradece la experiencia de haber participado en los festivales a los que el mercado los proyectó, especialmente por la diversidad del público que los escuchó y porque esa potencia de su música “hizo vibrar a muchas personas que sin entender se identificaron con su sonido y su puesta en escena y lo compartieron sobre todo en familia que era la naturaleza de la mayoría de los festivales en los que participaron en esta gira”.
El MMP nos reveló el alcance de algunas iniciativas estatales como los “LASO” (Laboratorios Sociales de Cultura y Emprendimiento del Ministerio de Cultura) que en Tumaco con el liderazgo de William Casierra ha logrado desarrollar el festival Movimiento Urbano en tres ediciones ya, con artistas nacionales e internacionales, ellos como organizadores vinieron al MMP con el fin de buscar visibilizar los procesos que han desarrollado localmente y a buscar una articulación que desarrolle la circulación de los artistas del festival con otros festivales, nos cuenta William el proceso de gestión cultural que se lleva a cabo en esa población, no solo para la celebración de sus fiestas más importantes y que alcanza proporciones insospechadas en cuanto al nivel de los artistas que allí se presentan, sino con la realización permanente de eventos locales que logran tener ya un público permanente que asiste masivamente a las presentaciones que se hacen en diferentes espacios de la población.
Festival y Mercado, dos columnas de una misma construcción de identidad, dos espacios de profunda reflexión, si bien en el festival a veces pareciera que la gente no se interesara más allá de asistir a disfrutar de la música y las bebidas y no tanto en la agrupación, el origen, la tradición como tal, es ella misma, la tradición la que con su poder nos convoca y mueve esa inmensa masa para afirmar una y otra vez lo que se ha dicho tantas veces: “la tradición tiene una fuerza tal que nos rescata a todos, nosotros no rescatamos a la tradición, es la tradición la que nos visibiliza y nos empodera, nos hace libres y nos mantiene en resistencia cultural”. Lo que pasa después del festival da fe de ello, asistir de remate a dos noches de Arrullo es una experiencia mística, inolvidable y enriquecedora, por donde se le mire, es el acercamiento máximo a la raíz, ver en un solo lugar a esa constelación de músicos del pacífico, fieles a su tradición y fuera del escenario a Hugo Candelario, Nidia Gongora, Ezequiel y Absalon Sinisterra, La Wey y Rede, Maritza Bonilla, el maesro de cueros Emeterio Balanta, al joven Alexis Montaña y tantos otros músicos sobre todo jóvenes y niños, de la Escuela Canalón, para cuya obra se recolectaban fondos en el arrullo, esa alucinante fiesta de sincretismo en la que resultamos en una tertulia de radio con el mismísimo Ángel Perea, otro invitado... ver en una sola noche el Showcase del mercado y la noche de ganadores del Festival, caminar con la maestra Mariela Mena y recibir una clase de historia del arte popular en Cali mientras saluda y saluda a la gente, asistir a la final con más de 150 mil personas, conocer el veredicto del jurado y saber que eso no es lo importante del Festival, que hay un fondo y un por qué más fuerte que nos hace pensar desde ya en el regreso en 2015, a continuar esa búsqueda que nos aparte de la inercia, y nos contagie de esa alegría negra y pura, sintiendo esa comunión sensorial, que nos lleva a creer y a profesar que el pacífico en ese sentido sonoro y de manifestación del ánimo, tal vez es un estado del alma…