Por Chucky García - @chuckygarcia
Especial para Music Machine Magazine
Bogotá Paris, el nuevo álbum del rapero parisino cierra una etapa de trabajo de casi 15 años en la escena colombiana. Y abre las puertas para apreciar el estilo que mejor le calza, aquel en donde se mueve como pez en el agua.
En el año 2001, Universal Music lanzó en Colombia Elevación, segundo álbum de Sebastián Rocca en solitario. Diez años atrás, más exactamente en 1990, este parisino de padres colombianos había comenzado a versar con éxito sobre la realidad que afrontaban los jóvenes en la Francia de la época, y su vehículo no había sido otro que el grupo de hip hop La Cliqua. Lo que se vivía bajo la pasarela del país de la moda era un infierno (sobretodo en las calles de las comunidades donde prevalecían los hijos de inmigrantes) y sumado al talento de quienes querían hacer una revuelta urbana desde la música el caldo para que el rap francés viviera su época de oro estaba dado. La Cliqua se convirtió justamente en uno de esos referentes, y con el sello Arsenal Records llegó a publicar dos álbumes certeros entre 1995 y 1999.
Entre esos dos elepés, Rocca debutó como solista con el disco Entre deux mondes (“Entre Dos Mundos”), y en su aventura estuvo acompañado por una discográfica que a esas alturas ya contaba casi medio siglo de historia y había pasado a ser de propiedad de Universal (Barclay Records). Esto, como para entender que Entre deux mondes no era un proyecto cualquiera sino un repertorio que se sabía iba a calar entre la audiencia y a tener una escala importante de ventas, lo que finalmente se tradujo en un doble Disco de oro en Francia y algo que de paso le dio la confianza necesaria a Sebastián para continuar incluso si la disolución de La Cliqua estaba a la vuelta de la esquina, como también sucedió.
Hacia el comienzo de la década del 2000, entonces, Rocca vino a Colombia a promocionar Elevación y a partir de ahí comenzó a quedarse cada vez más tiempo hasta que prácticamente se estableció por completo. Elevación venía antecedido por el impacto de su sencillo El Original, una canción que apoyada en un videoclip rodado en los sectores populares de Cartagena y en su tumbao salsero lo desmarcaban de la imagen más sobria y dramática de las rimas cosechadas con La Cliqua e incluso de las del disco Entre deux mondes. Pero en comparación con el resto del repertorio, El Original era solo un slide muy delgado del pastel completo que proponía Elevación, un disco locuaz y con beats que golpeaban directamente al pecho. Digan lo que digan, uno de los mejores títulos de los últimos 15 años que se han editado en el país por dentro y por fuera del hip hop, siendo Rocca en todo caso alguien que no puede ser considerado un visitante sino un local nacido afuera.
Y jugando de local, Sebastián comenzó entonces a trabajar en una serie de lanzamientos discográficos que habrían de suceder a Elevación y que a la vez lo llevaron por distintos caminos en la música; con cambios constantes de ritmos y composiciones en donde si bien la base era el hip hop la música colombiana de raíz también estaba presente. Rocca llegó a compartir estudio con el maestro y as de la salsa Yuri Buenaventura (la llave se formó para la creación de uno de los temas de la banda sonora de La Vida Loca, un documental sobre las pandillas salvadoreñas que de entrada le costó la vida a su realizador Christian Poveda); y sobretodo juntó fuerzas con el rapero colombiano P.N.O. para hacerse escuchar con la agrupación Tres Coronas, originada en Nueva York y de la cual también hizo parte fundamental el dominicano Reychesta.
Con Tres Coronas (y en un comienzo con el apoyo del sello independiente de La Etnnia, 5-27 Records), Rocca sumó dos mixtapes y dos álbumes más: Nuestra Cosa, reeditado por Universal Music a través de su filial Machete Music; y La música es mi arma, prensado por Audio Lírica de Bogotá y Parcero Productions, que es el sello que Sebastián ha venido usando para todo en lo que ha estado metido desde la época de Elevación. Ha sido un ir y venir, en todo caso, con una etapa en Nueva York que también permeó su visión del rap en español, de las comunidades a quienes ha dirigido su mensaje y de la música emergente, esa que parece no agotarse en cuanto a verbo y que tiene que vomitar lo que tiene entre el estómago para no enfermarse, mejor aún si es en un álbum doble.
Y aquí tenemos a Rocca, una vez más, firmando un disco solo con su apellido y presentando el que en retrospectiva bien puede ser su material más cercano a lo propuesto por Elevación y Entre deux mondes. De hecho no parece coincidencia que lleve como título Bogota Paris, que la portada sea una imagen de ese mismo muchacho que tímidamente asomaba la cara en la tapa de “Entre Dos Mundos” pero que en este caso y casi 20 años después luce mucho más presencial y curtido; y que en el mismo paquete del álbum además de una versión de las canciones en francés venga una en español. En lo musical, Sebastián regresa a ese estilo que mejor le calza y en el que se mueve como pez en el agua, navegando en todo caso en algunas corrientes de tendencia como la electrónica y el dancehall pero manteniendo el tono áspero incluso cuando flirtea con la música tropical y el latin jazz. Están esa nostalgia tan propia de la lírica de Rocca, ese recogimiento tenso de quien reflexiona sobre el contraste de realidades en el que nos encontramos a diario en la calle y los momentos en donde se suelta para pegarle a los tambores pero sin dejar el micrófono de lado. Sebastián Rocca, como diría Willie Colón, se pone en camino al barrio, como bien sabe hacerlo, y si hay gente que no sabía de él hasta el momento, este es un buen momento para hacerlo y escuchar un Bogota Paris con el que sin duda está de vuelta al ruedo.
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