14 discos colombianos -de 2017- que deberías escuchar
Esta es una sugerencia de discos que deberías escuchar producidos en 2017 por artistas colombianos independientes; realizada por Andrés Gómez Morales – @dres_canavil
“Despegue” – La Chiva Gantiva
El tercer álbum de la banda colombo-belga, bajo la producción de Iván Benavides (Bloque de Búsqueda, Sidestepper), es una explosión de ritmos tradicionales afrocolombianos: cumbia con gaitas y percusiones del pacifico, envueltos en atmósferas contemporáneas de ritmos sintetizados y guitarras eléctricas. A la altura del 2017, cuando las estructuras de la música tradicional y de vanguardia, coinciden encontrando coherencia en la música bajo la etiqueta del world music, las once canciones que componen el disco, abren un nuevo horizonte en el campo de las fusiones de lo autóctono y contemporáneo.
Cada canción de “Despegue”, plantea un panorama particular bajo el mismo concepto que combina la diversidad instrumental; el carácter de cada músico (ya sea colombiano, belga o vietnamita), la propuesta escénica y el humor lírico. Una invitación a despegar etiquetas y entregarse al goce de lo inesperado, de lo cadencioso a lo frenético. Hay una distancia prudente entre cada canción que no dejan al escucha despegarse de la primera hasta la última, dejando una experiencia significativa: la de haber sido parte de una expedición sonora donde se vislumbra una clave de la identidad afrolatino-europea, la de lo hibrido.
Esta hibridación entre ritmos deja espacio a la sorpresa, guiños al funk noventero en “Cuero”, al estallido de una fiesta ácida en “Tripeo”, a la alegre melancolía en “Fantasmas”, a los cantos palenqueros pidiendo una respuesta en francés em “Fais Comme Si”. La Chiva Gantiva muestra en “Despegue” una continuidad con los dos trabajos anteriores “Vivo” (2014) y “Pelao” (2011), haciendo gala de una progresión evolutiva que los hace sonar mejor, más cercanos a sí mismos y cercanos a su público.
“Empanadas Junkies” – Flying Bananas
Luego de un discreto debut de seis canciones que los integrantes del grupo no reconocen como propias y adjudican a un suicida que se lanzó al vacío vestido de banana; este año, los Flying Bananas presentaron un disco coherente, cargado de canciones en clave de funk latino, con una base y una superficie de sonidos eclécticos, bien grabados y producidos por Sebastián Zuñiga, tecladista de la banda conocido en el circuito rap como Ciudadano Z.
El sencillo de lanzamiento “Mundo Fantástico” cuenta con la colaboración del grupo 4 Cabezas con los que siempre han mantenido una profunda cercanía rítmica y lírica, por eso aquí no les cuestan fusionarse en las voces, rapeando y coreando como MC’S, sobre una columna instrumental rodeada de matices eléctricos y de viento que dan pie a diferentes episodios rítmicos. “Tarde otra vez”, otra canción insignia, la segunda del disco, es una travesía urbana donde el virtuosismo instrumental se pone en contrapunto con la energía expresiva de las letras y la precisión percusiva.
Todos los temas están en consonancia, logrando una constante estilística y un color local que refleja en sus sonidos la influencia de Primus, RHCP y las bandas bogotanas que desaparecen dejando una estela que persiste gracias a canciones como “Unión”, donde los los Flying Bananas se resuelven y se repiten como promesa de lo que vendrá.
“Diarios de distracción y desastre” – Laura y la máquina de escribir
Este disco en clave de diario íntimo transmite la experiencia de Laura Torres, envuelta en la composición de diez canciones que llegaron a buen término bajo la producción de Héctor Buitrago (Aterciopelados) , en un proceso bello de distracción y desastre. Hay mucho de poético en el título y la portada: la máquina de escribir, Laura fotografiada con los ojos cerrados en puntos rojos bajo un fondo minimal, rumores de hojas en un bosque imaginario de donde surgen sus canciones.
Su trabajo anterior “Laberinto” tiene momentos reveladores, atmósferas densas, un premio a la mejor composición en el John Lennon songwriting contest de Nueva York, ruido blanco de una vieja radio de donde sale su voz nítida dibujando imágenes cargadas de melancolía. Aquí en los “Diarios de distracción y desastre”, no se desdibuja lo alcanzado en el disco precedente, pero se abre un nuevo espectro de atmósferas donde Laura comunica una experiencia mucho más íntima, un sonido persistente en la singularidad, menos parecido a sus influencias y más cercana a su voz que se hace corporal, orgánica y definida.
El disco se abre con el acordeón de Diana Osorio, integrante de Burning Caravan y sirve de preludio a un acto de magia que parece el sacrificio de un conejo blanco sacado de un sombrero (“La función va a comenzar”). Laura se sostiene en el teclado con la voz en alto, a veces por debajo de su registro, para confundirse en los instrumentos y volverse a imponer en “Saltar” donde cuenta con el apoyo de Mateo París de Ohlaville y el vértigo de una caída que da espacio para el fraseo donde invita a saltar de un avión. Sin duda un trabajo bien logrado, una lección de producción y mezcla al servicio de un concepto en el que el talento lirico se engrana al virtuosismo musical.
“La Máquina Silente” – Cuatroespantos
“Un cancionero para el fin del mundo”, propone en su cuarto trabajo, el colectivo musical Bizarra, ahora bajo el nombre de Cuatroespantos. Continúan fusionando la improvisación jazzística con la tradición de la música colombiana sobre texturas de guitarra y distorsión propias del post rock vanguardista, que no necesita de letras para darle contenido a las canciones. Sin embargo, cada canción tiene un nombre que enfatiza de manera significativa la variación del mismo ruido que en sus giros no hace otra cosa que invocar al silencio.
El disco es un objeto, una caja que al abrirse expulsa un disco grabado con figuras tribales, claves que sirven para abrir puertas a otras dimensiones donde habitan los muertos de las tradiciones de las leyendas colombianas de terror: “La Matraca y los cuatro espantos”. Cada canción es una historia sonora, en unos casos “Una canción de amor en miniatura” en otros una “Caja de música” de la que sale una melodía de cumbia envuelta en atmósferas sintetizadas por el ruido. Por momentos, se piensa en la inmersión progresiva de un disco de Joe Satriani o de Medeski, Martin and Wood, en un viaje sin retorno a una región ártica donde se distinguen más de treinta tonalidades del blanco.
Pero hay retorno, una pregunta retórica “Para qué fumar si no puedes ver el humo”, un elogio a la vida “Un suicida con déficit de atención”; un juego de palabras que se integra a la música en clave de sinestesia. Una invitación a abrir portales astrales para dejar que la música trascienda como lenguaje y la tradición se integre a la vanguardia como en un mensaje al pasado que se despliega al futuro.
“Enemigos de la humanidad” – Salidos de la Cripta
En este, el segundo trabajo de La Cripta, hay variaciones significativas en el sonido con el que debutaron en 2012 con “Como Alma que Lleva el Diablo”. Un disco esencial para nuestra escena, en clave de psycobilly; variación del protopunk desarrollado en los años setenta por las bandas de garaje que volvieron a las raíces crudas del rock and roll americano, luego del boom comercial de las grandes bandas de los años setenta. Un disco crudo que evocaba la locura de ultratumba de bandas pioneras en el sonido como The Cramps o Flamin Groovies, pero también trazaba filiaciones con bandas locales como Triple X o Los Plankton.
Hay mucho de lo anterior en “Enemigos de la humanidad”, un disco que estaba proyectado para el 2015 y fue dilatado por la muerte del baterista Sergio Urrutia, más conocido como Zergio Cervezas, reemplazado a su vez por Nicolás Pardo alias WalkingDead, trayendo otro swing a la banda. Cervezas participa en tres temas de manera póstuma, “El blues del vicio”, “El efecto de la oscura oración” y “La ruta del infierno”, manteniendo la continuidad entre los dos trabajos. En los demás temas la banda se consolida como un trío solido que ensambla la percusión con el contrabajo de Jeisson Ramírez, en escena Jeisson Dead, y los desgarrados punteos de guitarra de Mauricio Vela A.K.A Mortis.
La canción que le da título al disco, “Enemigos de la humanidad” es un divertimento donde un corrido norteño se sostiene sobre la base rítmica cercana al surf y da paso al swing en “La meretriz del diablo”. “Esquizofrenia” es un guiño a la rabia punk de The Stooges y en “Otro día”, hacen un denso lamento blues que le da cuerpo al disco. En cierre “Diles que no me maten”, hacen un homenaje al escritor mexicano Juan Rulfo y a las pequeñas revoluciones latinoamericanas. A pesar del bache que abrieron entre un trabajo y otro, Salidos de la Cripta sigue traduciendo las raíces del punk a la escena local, aportando matices e historia al género.
“Volumen 2. Blues de mi ciudad” – Vanegas Blues
Jorge Luis Vanegas, el guitarrista de la banda Vulgarxito, se lanza como solista en un proyecto alternativo, sumergiéndose en las raíces del blues. El disco es una tentativa de darle forma sonora a las imágenes de su ciudad natal, Cali, desde el género que ha venido cultivando con su banda primigenia. Vanegas se expresa con fluidez desde la guitarra, rayando la base rítmica con largos y virtuosos punteos, donde canta proyectando en las letras recuerdos de la infancia, experiencias de la calle y frases desgarradas, que cobran sentido en la triada instrumental básica que ha servido de base a todas las variaciones del rock and roll.
En cada tema, Vanegas, se apropia del género nativo del delta del Misisipi y de los márgenes urbanos de Chicago, sin reparar en ninguna noción de lo autóctono, pasando de largo por la tradición pachanguera de su ciudad, sin preocuparse por fusionar la tradición local, el caribe o el pacífico con la música negra americana de la que se apropiaron también los ingleses, los argentinos y hasta los polacos. No trata de forzar filiaciones haciéndole justicia a Leandro Diaz, Escalona o Jairo Varela para hacerse familiar al gran público. Es grato escucharlo cantar en español en lugar de en inglés, que si bien hace parte del género no aporta nada a las imágenes locales que Vanegas se esfuerza en expresar.
“Cali Boogie”, “Borojó”, “De Univalle a Junín”; sostienen el disco en su singularidad sin dejar de evocar al legendario Pappo’s Blues o al mismo Muddy Waters. Puede que sea un disco difícil de escuchar para los que solo beben de las fuentes, pero si deja guiar por la guitarra de Vanegas, seguro va a encontrarlas con nuevas filiaciones, nadando en ese rio que, aunque se desborda siempre regresa al cauce. Lo nuevo de Vulgarxito también trae piedras memorables.
“Indeleble” – La Mala Sangre
Más que una banda convencional se trata de un colectivo, donde cada integrante se incorpora con su instrumento, trayendo consigo su bagaje musical y sus influencias. Se trata de una banda trashumante que recorre géneros latinoamericanos en busca de su identidad, ofreciendo una experiencia cercana al rock progresivo, de firme cadencia, texturas rítmicas y armonías persistentes a pesar de la distorsión. Como la formación que son ahora, la voz de Karen Castilblanco, la guitarra de Fernando Bautista y Oscar Méndez, el bajo de William Fonseca, la percusión de Javier Villaseca; tienen hasta el momento dos discos. Aunque la historia tiene sus inicios en Chile en 2011.
“Indeleble” cuenta con la participación de Jona Camacho en el acordeón y los arreglos y de Natalia Borbón en el violonchelo, suavizando y abriendo nuevas dimensiones al sonido ecléctico que integra el disco, dividido en cuatro partes como una suite sinfónica: “Al vaivén de un mar de azares”, “Nosotros los de a pie”, “La memoria del fuego y el tiempo” y “Bonus Tracks”. Cada parte plantea un motivo donde se repiten en otra dimensión canciones de su disco anterior: “La tercera persona” y “Fiel a mí”. “La tercera persona” es un motivo que enlaza los demás temas en un mismo concepto, sobre todo, en la primera y segunda parte; mientras que “Taciturna” hace lo propio como una coda que vuelve al inicio.
Hay una comunicación entre las guitarras que aumentan o disminuyen la cadencia de los temas, mientras que los demás instrumentos crean atmósferas densas desde donde irrumpe el timbre de la voz de Karen Castilblanco. Las letras son un instrumento que eleva con dramatismo el tono de canciones como “Bravo”, un bolero clásico del cancionero mexicano interpretado por Celia Cruz, a la que se le hace justicia. La participación de Lula Bertoldi, cantante del grupo argentino Eruca Sativa, en “Contracorriente”, da un tono introspectivo y coral que oscila entre la introspección y el frenetismo. Quizás la virtud de este disco es la promesa de extenderse en otro como una continuación de lo mismo transmutado en otro.
[Lee también: Suena Colombia, reseñas de trabajos musicales colombianos, Por Luisa Piñeros]
“Fractal” – Tremor
Esta banda bogotana de Black Death Metal, cuyo nombre apela al movimiento del magma de los volcanes como al comienzo de un temblor, al igual, hace referencia a espasmos nerviosos del cuerpo humano; trae un disco cargado de sonidos guturales y primarios que revelan un mensaje reivindicativo de la cultura indígena ancestral. Una amalgama de sonidos andinos encajados perfectamente entre las oscilaciones densas de guitarra rítmica y los largos punteos llenos de virtuosismo propios del heavy metal, para elevarse sin dificultad a las cumbres donde reina un macho cabrío.
La opción de las letras en inglés produce extrañeza en un contexto donde se exalta la tradición indígena, y se piensa lo que aportaría lingüísticamente una lengua americana nativa a las atmósferas tan bien logradas por la percusión, las voces y los vientos de madera a lo largo del disco. Tremor demuestra con creces la afinidad entre el Death Metal con los mantras chamánicos de los rituales indios. No en vano cantan en el tema que abre, “Tremor and Arrows”: The tribe starts to yelling ‘abya yala’ is rebelling, aludiendo al nombre de la tierra americana antes de la conquista española. También gritan Chakana, Chakana / a sign of equilibrium / Chakana, Chakana / there´s no pain or suffering, en el tema de cierre trayendo la imagen de la cruz andina que simbolizaba la unión del mundo humano con los dioses.
Las palabras en quechua alternadas con las líricas en inglés aparecen como un punto de fuga entre el idioma español y el colonialismo occidental, hacia los episodios instrumentales que evocan las fuerzas ancestrales y la armonía con la naturaleza. Sin duda “Fractal” abre una senda poco transitada por las bandas de metal pesado, subrayando su afinidad con el sonido elemental y primario que reposa en toda cultura.
“Requiem” – Indio
Comprometidos con la historia crítica del país, la contada a contrapelo por las voces silenciadas por la violencia, también histórica, desde tiempos en que el ruido del patriotismo ingenuo borra la memoria de los despojados y hundidos; aparecen los integrantes de Indio tocando un “Requiem” por los que no tienen un lugar en la construcción del orden actual y son condenados a la exclusión: los indios, los campesinos, los pobres sin tierra.
Inscritos en una propuesta propia y unos principios musicales alejados de la etiqueta pop, intercambiable de forma y contenido como lo exige el mercado, que puede denominarse como FUC o folclor urbano contemporáneo; Indio presenta unas canciones coherentes con la realidad que subyace a la realidad creada para perpetuar en el poder a los que han acaparado la riqueza que pertenece a todos: la tierra. Y así en “Tierra” evaden el lugar común de los cantos que enervan en vano esa pertenencia, convirtiéndolo en una entelequia ligada a iconos de los mass media.
Musicalmente, este cuarteto de guitarras, batería, bajo y voz, integrado por Pablo Russi, Patricio Stiglich, Andrés Rojas y Luis Ramírez; tienen el rigor académico y el oído sintonizado en los sonidos contemporáneos para que las canciones se expandan y se contraigan transmitiendo tonalidades, unas veces optimistas, otras sin esperanza como reflejos de una historia silenciada para el caso, la de Jaime Garzón y el pueblo Wayúu en “Balabala”. La combinación de lo acústico y lo eléctrico, el ritmo sincopado que sorprende con distintas atmósferas en una misma canción y a lo largo del disco, mantienen un concepto. La distancia entre “A veces” y “Bahía” puede ser máxima o mínima dependiendo del estado de ánimo y de la atención con que se siga la continuidad del disco. Finalmente, “Requiem” es una tentativa de contar la historia reciente desde el lenguaje de la música.
“Ataúdes de luz” – Moiras
Desde el sonido extremo, Moiras, busca y encuentra formas de expresión sonora para dibujar paisajes introspectivos sobre los abismos que se abren en lo profundo del alma humana. En principio, la experiencia comienza con un canto tribal que puede ser africano, del pacífico o de las profundidades de la selva brasilera. Se ve interrumpido por un riff de guitarra que resiste a los embates del golpe de la batería. Comienza el viaje con “Tantra Violento”, una larga canción de once minutos en el que un cuerpo se sostiene haciendo equilibrio, presa de percepciones ultrasensoriales. La voz de Javier Alemán parece la de un brujo de una secta ancestral a la que somos iniciados desde el primer corte del disco.
No debe ser fácil para los expertos en las clasificaciones del metal, determinar donde se ubica Moiras. Una propuesta de Metal alternativo donde los medios de expresión justifican el fin, el género aquí desafía las poses de los personajes monstruosos de juegos de video en los que se han convertido algunas bandas que adoptan el metal para montar su espectáculo. “Ataudes de luz”, apela al ritual que sustenta a cualquier mito, sólo que aquí se trata de un rito desmitificador que nos pone de frente con el vacío de la existencia y en el que únicamente se apela a la creación para sostenerse en pie. “Cabaret Místico”, “La forma del vacío” o “Espectrofilia” sugieren estos paisajes sonoros como rituales de iniciación.
Hay drama en este proyecto que se construye canción a canción en clave teatral. Puede que sea una invitación a verlos en vivo, aunque el paroxismo al que se llega por momentos en el disco parece ser suficiente. Al final queda la sensación de haber sido parte de algo, de haber presenciado una ceremonia que se repite rara vez en los escenarios del heavy metal.
“Viajero” – En Vela
Con una fuerte carga lírica, como el testimonio de un viaje a las orillas del caos, aparece el primer disco de En Vela, bajo el sello español Dromedario Records; con ocho baladas duras que consolidan al cuarteto bogotano en su proyección internacional, sin perder su esencia local, al lado de artistas de trayectoria como Extremoduro o del poeta Manolillo Chinato. Lo que les garantiza ser un descubrimiento grato para un público que sabe de la escena musical colombiana por los medios oficiales en alianza con las revistas del Jet Set.
El sonido logrado en el disco, el tono baladista denso, apoyado por las desencantadas letras hacen pensar en el debut de Robi Draco Rosa, aunque también en grupos ochenteros colombianos, como Ana y Jaime o Los Flippers que exploraron por primera vez en nuestro medio los matices de la voz que canta en español en clave de rock. La imagen del halcón de la carátula y los edificios desolados junto a las letras hacen que el concepto entre en consonancia con el contenido del disco.
Música y letra se integran de manera equilibrada, sin que un elemento predomine sobre el otro, logrando un sonido compacto en cada canción que aspira a ser tanto un poema juvenil como una pieza musical compatible con la radio. La limpieza instrumental también armoniza con la densidad de ciertos pasajes como en “Rectificar”, “Viajero” y “Sin alas”. El nombre del grupo se confunde con el del disco y viceversa sin lugar a confusiones, pues la banda se funde en la música sin otra pretensión que presentar unas canciones bien logradas, respondiendo más a la necesidad de expresión que a la moda pasajera.
“Twisted Metal” – Bent
A pesar de ser su primer disco, Bent, suena como una banda de larga trayectoria. “Realidad Bent”, nunca fue grabado, por eso “Twisted Metal” tiene ese aire de disco seguridad en lo que propone, una descarga de thrash metal con concesiones melódicas y guiños a la música que les gusta a los integrantes. Comandado por la bajista MadKat y secundada por Kristo-1 en la guitarra y Dini en la batería, la banda bogotana hace lo suyo, conectando la sensibilidad del escucha a esta montaña rusa de sonidos extremos.
La voz de MadKat sostiene a la de Kristo de la misma manera en la que el bajo sostiene a la guitarra y la batería, como una presencia omnipresente. Hay momentos para los sonidos guturales como para la claridad de las voces. Una alternancia que le da dinamismo y fluidez a cada tema donde la base rítmica y las superficies eléctricas están bien alineadas. Hay aquí momentos para el humor y la ligereza en “Experience” y “I want to be a mass murder” con guiños a Jimi Hendrix o parodias de canciones pop; como lugar a la solemnidad y trascendencia en “Satanic sugar” y “El diablo”.
Bent sabe hacer su trabajo, conoce el género e interpreta con virtuosismo los instrumentos en “Only this time” o “Give Blood”, demostrando que muchas bandas internacionales reconocidas por la radio están sobrevaloradas, y, que todo hit es una fórmula que coarta la complejidad que le da vida a una canción, sin importar el género. “Twisted Metal”, deja la sensación de haber sido testigo de la génesis de cada una de las canciones.
“No Reaction” – Patricio Stiglich Project
El guitarrista traza líneas de fuga descubriendo texturas y timbres sobre un tinglado delimitado con exactitud por su banda. Se descubren formas sobre un plano que se desdibuja a medida que se dibuja, una visión que pudo tener Joe Satriani o Steve Vai, se plasma en el instrumental “Allowed in metal”, el segundo tema del tercer disco de la agrupación de Patricio Stiglich. El preludio de un trabajo de calidad interpretativa y alto desempeño instrumental como si se tratara del engranaje de un motor de Fórmula 1.
La velocidad de los riffs y los punteos de guitarra no dan lugar a las concesiones en ninguno de los ocho temas que componen el disco, sobre todo en “No reaction”, allí hay una sensación de elevación, como cuando se escucha por primera vez a un grupo que se puede seguir con los ojos cerrados, sin tener que justificarlo. Hay momentos liricos bien logrados en “Hasta desfallecer” y “En otro día más”, que no se parecen entre sí, aunque están respaldados por el potente ensamble instrumental.
Se puede afirmar que cada canción tiene vida propia sin que el disco pierda identidad conceptual. A pesar de su complejidad el tiempo pasa rápido escuchando, “No reaction”, en su totalidad, lo que amerita varias oídas para que no pasen desapercibidos los detalles que adornan el disco y dejan la sensación de que puede volver a descubrir cada tema con el mismo extrañamiento que la primera vez.
“Bitácora del silencio” – Cielo Rojo
El tercer disco de la banda aparece luego de un largo hiato de doce años fuera de los estudios, lo que le da un aire de regreso, en donde tuvieron tiempo de reinventarse, condensando su experiencia en una clara propuesta new wave, distante de las expresiones punk y metal características del fin de milenio resueltas en el rock alternativo. El sintetizador les devuelve la frescura revival ochentera que cae bien en estos días como un retorno a un lugar seguro.
Sin embargo, no Cielo Rojo, no se queda en el lugar seguro, sino que propone de manera sutil, variaciones afectando el esquema pop con diferentes tonalidades en la misma escala sonora. “Tiempo al tiempo” corta al disco a la manera de lado b, proponiendo ligeras progresiones rítmicas acompañado de variadas atmósferas de sintetizador que dejan espacio a cortantes acordes de guitarra y a la velocidad rítmica.
El trío conformado por Carlos Restrepo en la voz, Luis Ruiz en el bajo y Diego Florez en la batería, cuentan con el apoyo oportuno de Cristian Pascalazza en los teclados. Traen consigo una actitud conciliadora como si las rupturas entre discos fueran un invento de la industria. Cielo Rojo responde con frescura a las transformaciones que ha presentado la música en los últimos diecisiete años, haciendo lo que mejor hacen a través de la música.