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LA MUERTE DEL REGUETÓN

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LA MUERTE DEL REGUETÓN

Por Camilo Olaya – @kamiloolaya

Hace 9 ó 10 años, un buen amigo que trabaja en la escena musical, me dijo a manera de sentencia, que el reguetón ya iba a morir, que en ciudades americanas ya no estaba sonando (por ahí a finales del 2004 el éxito LA GASOLINA de Daddy Yankee, finalmente repuntó fuertemente en los listados Norteamericanos en las discotecas y clubs), y que iba a ser una moda pasajera en Latinoamérica, quedándose sólo en los ghettos y algunas ciudades del Caribe…

El tiempo y las estadísticas han dicho lo contrario.

No existe un género musical que haya subido tan rápido a los primeros puestos y de manera tan contundente como lo hizo el reguetón, y parece que lo hizo para quedarse (para fortuna de muchos y la desgracia de otros).

A estas alturas intentar frenar o minimizar la magnitud de esta movida no tiene sentido, y si el estilo no nos gusta, siempre va a estar a la mano la alternativa de cambiar de dial, de sitio, de canal, o sencillamente tolerarlo y hasta disfrutarlo en su apropiado contexto.
Ya adentrados en la realidad contemporánea, las siguientes preguntas son ¿qué va a pasar?¿cuál es el futuro del género? ¿será que va a estar en el top por siempre? y mis respuestas pueden estar en lo que últimamente está aconteciendo en los listados: LA MUERTE DEL REGUETÓN VENDRÁ DE LA MANO DEL POP.

Tal vez para hacerme entender con esta apreciación, debo explicar algo que se ha establecido y que ya es del conocimiento de muchos de los que estamos involucrados en este panorama artístico, y es que en la música (y en el arte en términos generales) existen dos claras corrientes:

– Los artistas que crean expresiones y obras artísticas.
– La industria discográfica que vende productos comerciales.

Y aunque en algunos casos estas dos corrientes se cruzan, cada uno tiene diferentes caminos, mecanismos, objetivos y principalmente presupuestos en su desarrollo.

[Lee también La palabra, el sonido y el poder de Peter Tosh]

El reguetón en sus orígenes empezó como lo primero, es el resultado de un momento artístico, social, económico y personal, de jóvenes con necesidades, de condiciones difíciles, que tenían pocas herramientas a la mano para expresar sus realidades. Eran tiempos donde los que no tenían posibilidades de interpretar instrumentos, estudiar música, hacer arreglos, orquestaciones, o composiciones exigentes, incluso tener producciones orgánicas decentes, desfogaba sus ganas de decir algo, de explotar sus hormonas y crear su propia fiesta en el mundo tercermundista al que pertenecían.

La bola de nieve se creció, se llevó casi todo lo que se encontró por delante, y los exponentes del barrio empezaron a encontrar eco de su contundente simpleza rítmica y lírica en un mundo ligth que necesitaba nuevas materias que consumir para el entretenimiento. El perreo pegó duro, muy duro.

No voy a llover sobre lo mojado deteniéndome en la entredicha calidad y exquisitez del género, solo empiezo a advertir sobre el peligro mayor que representa cuando un movimiento nacido de la calle, urbano por excelencia, empieza a caer en manos de un monstruo peor: La industria del pop.

Solo échenle una mirada a lo que está pasando en estos tiempos, donde los artistas que hacían pop, ahora se desmandan por hacer colaboraciones con los estandartes del reguetón.

Y es así que ahora los tops del género caribeño se están llenando de personajes poperos como Shakira, Ricky Martin, Enrique Iglesias, Alejandro Fernandez, Franco de Vita, Juanes, Luis Fonsi, Chayanne, Alejandro Sanz, Carlos Vives, Jesse & Joy, Marc Anthony, Fanny Lu, y casi cualquier artista latino que se dedique a la industria del pop (entendiéndolo no como género, sino como un producto hiper producido para las masas), ya debe tener en sus producciones un tema reguetonero.

Ya se asoma incluso el concepto de las boysband de reguetón, donde grupos de chicos adolescentes bonitos pre seleccionados nos deleitan con sus coreografías, una de las herramientas comerciales más jineteadas en el pop, nos muestran que todo lo que dé mucho dinero, le debe pertenecer a la industria musical unificadora.

Más allá de su auto desgaste que se dará con el tiempo, si algo va a contribuir con su ocaso, serán las ganas insaciables de las disqueras, sellos y medios, por empaquetar todo en una idea estándar de reguetón, una poperización plastificable y cuadriculada de lo que puede producir dinero y ganancia en un mundo donde no importa lo artístico de la propuesta, sino lo digerible y asequible que esté para llenar las arcas.